La distancia que nos une. Por Fernando Guerrero

El sol resplandece y resalta en ella un hermoso brillo sobre sus ojos, el viento sopla y acaricia su piel mientras los suspiros vagan lentamente por mi pecho; Cierro los ojos y su imagen aun distante penetra mis más profundos pensamientos, su recuerdo se aferra a mi ser y yo simplemente soy esclavo de sus labios, abro los ojos y ella aún está ahí, cuando se está así todo es perfecto, no existe el tiempo ni los días y yo ajeno en las memorias podría pasar la eternidad siguiendo sus pasos y trazando sus huellas, pero el camino es largo y la vida corta y yo solo tengo una insignificante vida para hacerla feliz.
Las hojas del pequeño árbol yacen sobre el suelo y el invierno parece cubrir los regazos de los ya retorcidos troncos, el crujir del viento sobre mi rostro me impone de nuevo su presencia, el tiempo se acorta y el deseo de estar a su lado me consume pero la distancia nos une y me siento impotente, la posibilidad de arder en llamas ilumina mis ojos pero sé que eso no será posible, sin su presencia arder sería la única salida para mi vida y yo solo la extraño, me quedo inmóvil en una silla bajo el árbol y la espero, esta lejos y la soledad parece ser mi única compañía, mi cuerpo muere y sé que no es de frío, es su recuerdo que se aferra a mí y desgarra mi carne.
Las llagas en mis manos me destrozan la piel pero el dolor no aparece, el sol las seca y las vuelve heridas permanentes, la luz menguante del día se posa ahora en mis ojos y me quiebra la mirada, ya no existe mi nombre en su mente y la penumbra me asecha como hacen los niños con las hormigas, el dolor que cause en su vida me juzga y parece clavarme en el pecho, caigo en el vacío y después de unos segundo golpeo el suelo, mi cuerpo destrozado pronuncia su nombre, el dolor en las heridas aun no emerge.
Su imagen me atormenta y hace parte de mis anhelos, alzo la mirada y la veo distante en la oscuridad mientras el reloj ataja sus pasos, la distancia que nos une me destroza la piel y sangran mis encías, ya no pertenezco a su vida y el miedo a perderle me consume lentamente, amarla me desangra, pero me mantiene vivo.

Fernando Guerrero

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