La llamada del corazón
Tembloroso, colgó el auricular a las doce de la noche de aquel día lluvioso de otoño. Con un nudo en la garganta y paso inquieto, cogió el abrigo de paño gris de la percha de la entrada y se lo puso. Palpó los bolsillos, buscaba las llaves y el dinero. Cuando la mano derecha rozó el pomo dorado de la puerta de salida, la pena le succionó el raciocinio. La llamada de la policía había instalado en sus entrañas una bomba de relojería que en un instante explotó. No le dio tiempo a abrir la puerta, cayó de rodillas al suelo y sollozó. Pasó por su mente el momento en que su hijo se había marchado con los amigos de fiesta. Otro sábado, un día más, pero funestamente distinto: coma etílico. Las lágrimas desbordaban sus pequeños ojos negros. Agitó la cabeza de un lado a otro. Se hizo daño en el cuello, pero no consiguió alcanzar la paz que buscaba. Rendido, acercó la frente al suelo y casi se ahogó en el llanto. Y aunque deseaba estar en el hospital, aquello ocurrió en su mente. Los músculos parecía que se le habían transformado en barro. A pesar de todo, intentó levantarse y apoyó las manos en el pomo. El corazón le palpitó con fuerza. El coraje llegó con lentitud, como un rayo de sol que atraviesa espesos nubarrones. Logró ponerse en pie. Pasó las manos por su despeinado pelo cano, se secó las lágrimas con el pañuelo que encontró en el bolsillo del pantalón, y tambaleándose cerró la puerta tras de sí. Presionó el botón del ascensor. Su mente se preparaba para pisar el suelo frío del hospital y observar los largos corredores de paredes blancas.
Mercedes Tormo
Fantástico microrrelato. Te detienes en el momento justo. Y la descripción de las sensaciones, geniales.
Un aplauso y muchos besos.
Tiene mucha fuerza y, por desgracia, mucho realismo. Un abrazo.
Magnífico microrrelato que refleja la angustia vivida por muchos padres y con la misma intensidad. Enhorabuena.
Hasta pronto. Un beso.