Más bella que la Luna
Ruth era una chica carismática y detallista, pero desde hacía un tiempo lo único que recibían sus ojos, sus comisuras y su capacidad de ilusión era la monotonía de los días y los problemas «no-problemas» de la gente de su alrededor.
A veces, recuerda la primera vez que llegó a casa contenta e ilusionada. Era tanta la vida que le rebosaba por capricho del amor, que antes de acostarse durante todos los días que duró la primavera, se asomaba a la ventana y le gritaba a la Luna:
-¡¡¡BUENAS NOCHES, CATALINA!!!
Pero como en todas las historias, llega un momento en que lo bueno perece, y ésto es lo que le pasó al corazón de Ruth, que al tiempo quedó vacío y desconsolado.
Pese al dolor que llevaba a cuestas, Ruth se siguió asomando a la ventana por costumbre y por cariño, pero en lugar de soltar palabra, se quedaba un rato a contemplarla, pensando en lo vivido, con nostalgia y desilusión.
A los 5 minutos, cerraba la persiana y se metía en la cama, triste.
Pero un Martes de un mes que no recuerdo, algo cambió: Ruth llegaba a casa con una expresión diferente, y cada noche, en lugar de despedirse de Catalina, empezaba a tararear una canción y se dormía tranquila y alegre.
Tal fue la pena de la Luna, que fue menguando poco a poco: Su amiga se había olvidado de ella porque había un chico nuevo que le regalaba ilusión y hacía de sus noches, otras noches.
Pasaron dos o tres días y alguna que otra semana, hasta que llegó un momento en que se dio cuenta, que este chico era algo más que una persona que le daba buenos ratos y algunos besos; y es que, la dulce Ruth se había enamorado de nuevo.
Sin más preámbulos, el día en que descubrió este sentimiento, llegó a casa y justo antes de irse a dormir, se asomó a la ventana, y con inseguridad e incredulidad, susurró:
-¡Buenas noches, Catalina!
Yo no puedo contar con exactitud qué es lo que ocurrió, y mucho menos explicarlo científicamente. Sólo sé que al día siguiente, cuando se puso el Sol, apareció la Luna llena más bonita de todas las que habían acaecido hasta entonces.
Y fíjense si era bella, que a partir de entonces, entre los dichos y expresiones que posee nuestra lengua, surgió ese que dice…
-¡¡Eres más bella que la Luna!!
Nieves Sánchez