Podéis ir en paz. Por Teriri

paz

Podéis ir en paz. Con estas palabras el padre Hilario puso fin a su tarea dominical  y sentándose al volante de su seiscientos emprendió el camino de regreso a casa.

Después de cinco misas y diez vinos bien cumpliditos el viejo cura no habría pasado los actuales controles de alcoholemia; el sol entrando por las ventanillas y la modorra hicieron el resto.

Nadie sabe si perdió el control del vehículo, se durmió o si el niño se le echó encima; cuando llegaron al hospital ya no se pudo hacer nada.

Pasó el tiempo y para los vecinos del pueblo aquella desgracia quedó en un terrible accidente en el que la justicia no quiso o no pudo encontrar culpables; aunque había quien no pensaba así.

No recuerdo exactamente qué día de la semana era; como todas las mañanas el párroco se encontraba en el confesionario calmando las conciencias de sus cuatro feligresas habituales; cuando creía haber terminado una inesperada corriente de aire le advirtió de la presencia de alguien más en la iglesia; sentándose de nuevo en la cabina musitó con desgana:

–      “Ave María Purísima

Y una desgarrada voz le respondió:

–      No he venido a confesarme sino a darte la extremaunción.

Teriri

teriri

Madrileña, maestra, aprendiz de contadora de historias, lectora compulsiva, con muchas ganas de aprender y de disfrutar con la literatura.

2 comentarios:

  1. Muy buen micro, con alta dosis de intriga y misterio. Bien narrado, con las palabras justas, felicitaciones por este trabajo

  2. Lo mejor, el final abierto, por el que se nos permite a cada lector imaginar quién está al otro lado de la rejilla y por qué quiere darle la extremaunción.
    Bien, Teriri.

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