Recuerdo mis medias verdes de canalé y mi falda escocesa de tablas del uniforme del colegio.
Recuerdo entre unas y otra las rodillas al aire coloreadas con mercromina de la de antes, porque un día sí y otro también comprobaban la dureza del patio asfaltado.
Recuerdo el desayuno que nos preparaba mi madre a mi hermano y a mí: el cola cao demasiado caliente para mi gusto, el zumo de naranja natural para que no nos constipásemos, los donuts recientes que nos subía mi abuela cada mañana de la panadería de la esquina y el abactrín para la garganta, que era ya un clásico en el menú.
Recuerdo la cartilla de Palau, las cajas con seis barritas de plastilina y los cuentos de colorear que cada viernes por la tarde me compraban mis padres para que me entretuviera el fin de semana.
Recuerdo los paseos por la Casa de Campo los domingos y el inevitable “carrusel deportivo” en la radio del coche.
Recuerdo lo juegos de “chicos” con mi hermano, las barricadas que formábamos volcando los sofás, en las que nos escondíamos cuando nos atacaban mis nancys y mis nenucos y con los que había que acabar con las escopetas de flechas con ventosa.
Recuerdo como se fue desvaneciendo la infancia sin apenas sentirlo y recuerdo que un día me llamaron señora.
Teriri
Querida maestra:
Tú relato es cortito y sútil como el beso de un niño.
A mí el Cola-Cao, aunque ahora tomo el Cacao de Intermon, me gusta tan caliente como te lo preparaban a ti. Es un placer tener que soplarle.
Hola José:
Muchas gracias por leerme y dejar tu bonito comentario;yo, el cacao mejor fresquito, aunque mi madre se empeñara en calentarlo bien…
Un saludo
Un micro bien estructurado, con detalles minuciosos y certeros.
La última frase es excelente, resumen y raíz del resto. Tal vez el cambio de una etapa vital a otra tiene que ver más con la percepción ajena que con la propia edad objetiva.
Felicidades.
Muchas gracias Atticus!
Cuesta aceptar y asumir que los años van pasando y aunque nosotros no nos veamos así somos «señores y señoras».
Un beso.