Hace tiempo, me retiré a una isla desierta (yo, no mi cuerpo). Allí me encuentro a salvo de los tormentos de la memoria, de las afiladas esquinas del mundo, de los incontrolables torbellinos del amor. En mi isla, sobrevuelo la copa de los días y me repliego en los amaneceres de espuma. Las plantas crecen para mí y los pájaros nunca dejan de cantar.
De vez en cuando, regreso a mi cuerpo, le limpio las ventanas y me bebo sus lágrimas. Lo zarandeo, le inyecto coraje en las venas, le desenredo la tristeza y le coloco la sonrisa en su sitio. Y él (mi cuerpo) se me queda mirando, con la vida en los bolsillos, sin saber qué hacer… Cualquier día, lo envuelvo en un trozo de terciopelo rojo, lo cargo al hombro y me lo traigo a la isla.
Mercedes Martín Alfaya
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Joder, que bueno. (si se me permite la expresión)
No considero que a este texto deba llamarsele microtexto. Es un poema, en realidad, desde mi punto de vista y, ademas, buenisimo, como la copa de… una palmera.
Mercedes, ya sabes que me apunto a tu sofá a tus cafés a tus viajes y como es lógico a tu isla. Precioso.
No dejes de mandarnos perlas, desde tu cuerpo, desde la isla o dónde quiera que estés
Besos
Joder (con perdón), vaya piropos, je, je.
María Dolores, Manuel, Brujilla, miles de besos desde la isla donde hoy brotan burbujas de colores.
Me gusto tanto este microtexto que mi imaginación me miró con desdén por un instante.
Menuda frase Ernesto, merece al menos este pequeño comentario.
Fantástica
Ernesto, me dejas sin palabras. Como dice la jefa, menuda frase…
Mil gracias; mil gracias.
Hola Mercedes.
Solo quería decirte que he intentado enviarte aquí los comentarios que se han producido en mi muro de facebook despues de haber exhibido tu preciosa isla, pero no se si es que no hago bien el trabajo de copiar y pegar, pero no me deja terminar el proceso. De todas formas ya lo sabes. No solo les ha gustado sino que has estimulado sus neuronas y algunos han seguido metiendo mensajes estupendos en unas botellas virtuales y enviándolas a la isla con la esperanza de que lleguen bien y alguien las lea.
Así que siéntete feliz, proque termina provocando reaciones tan buenas que incita a la gente a escribir. Solo por eso ya merece la pena.
Un beso
Felix
Ahí estaba mi cuerpo, trabajado como todas las mañanas en la oficina municipal, negociado de multas, viendo un tras otra las fotografías que había hecho el control de velocidad, siempre lo mismo, identificar la matrícula y meterla junto con la hora y velocidad en la pantalla del ordenador. El ordenador se encargaría de todo lo demás, rellenar el aviso de multa, hacer el certificado, archivar el expediente, de todo. yo metía esos tres datos y ya estaba todo.
De ocho y media a tres, ahí estaba mi cuerpo trabajando, mientras yo entraba en mi isla particular, allí estaban mis amigos Segismundo, Laura, Fernando, Martina, Eloisa, y muchos más, esperando que llegara para emprender la aventura.
Nunca era la misma, un día tomábamos opio en un tugurio del Tibet, otro íbamos al París de Toulous Loterc y nos sentábamos en la fila cero del Molino Rojo a tomar champagne mientras evolucionaban las cabareteras, otros días eran más angustiosos, como cuando fuimos la tripulación del U2 que por horas estuvo huyendo de los destructores que desde la superficie le mandaban cargas de profundidad…. Ver más
Sobre todo mucha variedad, ningún día era igual a otro, nunca hacíamos lo mismo que el anterior. La pena es que la cosa acababa a las tres, a esa hora tenía que volver a recoger mi cuerpo, que seguía y seguía metiendo las multas en el ordenador.
A las tres salía de la oficina, una sonrisa adornaba mi cara al recordar las emociones del día. Nunca nadie entendió por qué me gustaba tanto mi trabajo, ni el por qué de mi eterna sonrisa, ese era mi secreto.
Damian:
Se hartó de soñar islas desiertas, playas de nácar que nunca podía pisar. La cama sobre la que vagaba a la deriva le produjo arcadas y decidió bajar a la cocina a tomar un vaso de agua. Descendió a oscuras, sus pies desnudos recordaban cada escalón sin necesidad de ninguna luz. Engulló el agua mecánicamente, sin esperanzas de que calmara su sed. Se dio media vuelta para subir de nuevo a su mar de insomnio y entonces se topó con ella. Toda la vida viviendo a su lado sin darse cuenta de que estaba allí. Abrió la puerta y encendió la pequeña bombilla. Un océano de aromas rompió sobre sus narices, olores a chorizos, fragancias de jamones, torreznos, empanadas. Paseó sobre dunas de tomates y alcachofas. Se tumbó bajo el cobijo de una ristra de ajos, cerró los ojos, soñó que escribía versos con migas de pan, que una marea de aceite y miel endulzaba su soledad. Entonces despertó, pero ya lo tenía decidido, jamás saldría de aquel atolón. Con un amasijo de recuerdos y pimientos tapió la salida. Sonrió mientras se perdía entre los pucheros. Tantos años buscando su isla y resulta que se escondía tras su despensa.
Bueno, bueno. Lo mejor de todo es que un escrito incite a otros a escribir. Felix, Damián, os he leído y quiero felicitaros. También, dar las gracias a María Dolores por facilitar todo esto (un hadita aparece donde menos lo esperamos).
Damián, suele ocurrir eso de tener cerca lo que llevamos tanto tiempo buscando; muy bueno tu escrito.
Felix, no cuentes a nadie tu secreto, sólo disfrútalo y sonríe.
Besos de isla a islas (a ver si formamos un archipiélago chuli, je, je).
Coincido con el comentario de Manuel de Magina, por otro lado, creo que a todos nos ha cautivado esta isla. Gracias por regalarnos este gran momento. Saludos.
Ángeles

Buf! qué preciosidad!yo ya tengo mi cuerpo envuelto en un trozo de seda azul para enviarlo a tu isla! espero más!