Navegando en «La nave de los locos». Por Belén Rodríguez Quintero

La nave de los locos

      Estamos de enhorabuena los que amamos la Literatura, y no digo la buena literatura porque la mala literatura no existe, aunque a algunos, con tal de llevar tan insigne nombre, les convenga. El día 30 de mayo, Elena Marqués presentó en Madrid su libro de relatos La nave de los locos. Muchos son los premios que avalan la calidad de esta escritora sevillana, y este libro, con justicia, la coronó como ganadora del VIII Premio Vivendia-Villiers de Relato. Porque esto de unir buenas historias con bellas letras no está al alcance de todos, pero sí de Elena Marqués.

           Desde que mis manos acogieron el libro no pude evitar embarcarme en esta nave de locos. ¿Cómo es posible cometer tal acto de valentía?, eso se preguntarán, y yo debo contestar que fui incapaz de escaparme. Comencé a leer sus primeras líneas y el hechizo no tardó en hacerme efecto; de pronto, me vi navegando y deseando no arribar a puerto. La belleza de sus frases me atrapaba sin remedio y sus historias me secuestraron; necesitaba saber más, conocer hasta el último detalle. Tuve miedo del preso Cristóbal el Loco, pero luego quise compartir ático con Blanca, la percibí desesperada, más tarde comprendí. Tengo la agenda llena de citas a las que no puedo faltar, y a mi calendario se le han caído los meses. Me encuentro ya en el 15 de septiembre, fecha mágica para Fidel y María Antonia, quizá me expliquen cómo han soportado el peso de los años en este amor intermitente. Pero tengo otras citas, varias cafeterías donde parar, y desearía ser la que esperan algunos de los tripulantes de esta embarcación, a veces los siento solos.

           He visto a una niña que dice llamarse Clara y me mira raro, y, con lo que me han contado, me he echado a temblar y a toda prisa me he puesto el termómetro. Me he topado con locos de todos los tipos, uno de ellos me recordaba a Oliver Hardy, otro se mira en el espejo y me pregunto a quién observa. Me he dado cuenta de los peligros de mezclar mares y montañas, de la pena de las labores cuajadas de lágrimas antiguas, recuerdo a dos muchachas, algo les asemejaba: una mirada rubia y una melena triste… no he cesado de atrapar tesoros en este viaje de descubrimientos.

           He conocido al inspector Ramírez, me ha parecido sagaz y astuto, quizá descubra el misterio de uno de los asesinatos que aquí se han cometido. Debería tener miedo, pero me aferro a las finas ironías (propiedad de los ingeniosos), y no puedo evitar mi simpatía hacia los personajes de esta loca embarcación, por todos los que fracasan, esperan, huyen (hasta de la vida), olvidan, enloquecen. Todos son ya mis compañeros de viaje.

           Pero permanezco tranquila: estoy segura de que en poco tiempo muchos más embarcarán conmigo en esta nave de locos. Elena Marqués ejerce un infalible embrujo con su maravillosa escritura.

Belén Rodríguez Quintero

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