Nuestras Damas.
Que Lorca escribiera versos a la luna, que el Helenista, investigador y Filósofo Jean-Pierre Vernant explicara su emoción a contemplarla, que Homero rescatara a Selene, diosa griega de la luna en sus primeros textos, que las figuras humanas se hayan representado con artística y virtuosa minuciosidad en imágenes que nos observan desde los templos y santuarios… todas estas coincidencias no son para mí meras casualidades de la Historia. Que la Dama de Baza y la Dama de Elche conserven características tan comunes como la postura, la suntuosidad y riqueza de sus complementos y que las dos Damas, a saber…policromadas en origen, reflejen y transmitan esa deslumbrante quietud y paz como lo hacen magnética y especialmente los Budas, tampoco es para mí ninguna casualidad.
Dicho lo cual, pudiera hablar, eso sí, de “un Principio filosófico de Causalidad” al determinar que los acontecimientos verídicos anteriormente enumerados, han tenido una relación de causa – efecto casi idénticos entre ellos dentro de la evolución humana. Y si no…me pregunto, ¿por qué razón Lorca, Homero o Vernant se inspirarían en la misma luna?. ¿Qué razones intrínsecas llevaron a los pueblos iberos a esculpir estos dos monumentos femeninos funerarios que se asemejan objetivamente a las representaciones sedentes de los Budas?. ¿No será una necesidad imperiosa, una pulsión inabarcable de las personas de contemplar como objetos mágicos y propios los talismanes, los fetiches, la imaginería, los símbolos que detienen nuestro instante vital particular para llevarnos a un lugar sagrado y puro donde encontrar nuestra alma perdida? .¿Quién, ya sea en su escepticismo más volátil o en su fervor profundo e implacable de creyente no ha rezado a una imagen una vez en toda su vida?; ¿quién no ha llevado alguna vez un amuleto en el bolso y quién no ha puesto velas en alguna capilla para encomendarse a su virgen más piadosa y favorita?. No somos tan distintos. Si rascamos aunque sea un poquito, verán que nuestras pequeñas miserias se parecen unas a otras. Y los deseos también.
Si alguna vez han tenido la oportunidad deseada de visitar el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y han observado de cerca las figuras originales de las dos Damas, aconsejablemente, por más de cuatro minutos, me alegraría saber que han percibido lo mismo que yo: una sensación muy gratificante de una paz solemne. O quizá hayan visitado el huerto del Cura de Elche y todo su imponente palmeral donde descansa una réplica de la Dama de Elche. Me consta también que otra de sus réplicas la custodia, el Aeropuerto Alicante-Elche Miguel Hernández, justamente en la planta segunda de la zona de Facturación. En cuanto a la Dama de Baza una imitación de su original descansa en la recientemente renovada, ampliada y mejorada Terminal del Aeropuerto F.G.L. de Granada-Jaén, donde la cuidamos con mimo, otorgándole un estratégico y protagonismo central.
Como si de dos vigías se trataran, las dos Damas respaldan la idea de simbolizar, no ya sólo una respetuosa reivindicación de dos mujeres valientes, (seguramente de una clase social acomodada) sino también lo que fue la Historia peninsular de nuestros ancestros, los pueblos íberos en los siglos IV y V a.C, de cuya existencia debemos hacer, inopinadamente o sin cavilación, jactancia como propia.
Personalmente me siento muy orgullosa de tener tan cerca a la Dama de Baza. De hecho, no hay día de mi trabajo en el que no me percate de su divinizado y elegante rictus tan envidiosamente tranquilo; no hay día de mi jornada que no presuma de ella ante alguna pasajera curiosa de su pose -entre alada y sedente- que significa el tránsito natural entre la vida y la muerte; no hay día laborable que no mire a sus manos apaciguadas, una de las cuales retiene sin forzar, como una novia sostiene su ramo antes de echarlo al aire, a un pajarillo que se encuentra a buen recaudo. El pájaro no parece sentir envidia de sus semejantes.
No hace falta ser muy cultivada en Mitología para saber que originariamente los Dioses han sentido envidia de los mortales y que nosotros la hemos sentido entre los de nuestra especie. Y en este contubernio mental, viene a nuestro rescate como siempre la Filosofía, cual Quijote hacia su Dulcinea; ya se percató el filósofo alemán Arthur Schopenhauer inteligentemente de señalar en su libro “EL ARTE DE SER FELIZ”, concretamente en la segunda de sus cincuenta reglas que la envidia es un enorme obstáculo para ser verdaderamente felices. Séneca también lo recalcaría antes que él en su DE IRA III,30,3. Siendo como fuera, sintiendo envidia o despojándonos de ella desterrando todas las teorías, elucubraciones y procesos judiciales sobre nuestras Damas, tanto la Dama de Elche como la Dama de Baza, en mi modo de ver, no representan únicamente dos imágenes antropomorfas, (fíjense en las garras de león como patas en la dama bastetana) sino dos Mujeres humanas y divinas en las que creer a ciegas, con las que rezar con ímpetu y a las que pedir mi inconfesable deseo para el año que acaba de comenzar.
Usue Mendaza
Fe de erratas: donde escribo rasgar, quería decir rascar.
Excelente narrativa e información sobre el arte y la historia de estas dos figuras que tanto nos han inspirado y que seguirán haciéndolo en un futuro, porque tan solo somos el presente de ese pasado que nos enseña, aunque hayamos evolucionado.
Desde aquí, te envío un saludo y mi abrazo escritora.
Juan