« Ya antes de convertirse en William Wilson, Quinn era un devoto lector de novelas de misterio. Sabía que la mayoría de ellas estaban mal escritas, que la mayoría no podían resistir ni el examen más superficial, pero era la forma lo que le atraía, y sólo se negaba a leerlas cuando se trataba de una novela indescriptiblemente mala. Mientras que su gusto en otro tipo de libros era riguroso, exigente hasta la intransigencia, con estas obras no mostraba casi ninguna discriminación. Cuando tenía el estado de ánimo adecuado, le costaba poco leer diez o doce seguidas. Era una especie de hambre que se apoderaba de él, un ansia de una comida especial, y no paraba hasta que se sentía lleno.» Paul Auster. La trilogía en Nueva York.
He comenzado a leer «Trilogía en Nueva York» de Auster. Hasta hace poco tiempo no conocía yo a Auster. Y eso que tenía magníficas referencias del autor. Ayer, a la noche, mientras el sueño amenazaba mi comprensión encontré este magnífico párrafo, y me sentí identificada con él. Sólo que yo no devoro novelas de misterio, lo mío es devorar best sellers. Me sucede muy de cuando en cuando es cierto, normalmente leo cosas relativamente buenas. Pero últimamente necesito comer los best sellers, aunque no sean buenos, sus historias me atrapan, me hacen leer de seguido bastantes páginas hasta que consigo quedarme llena, completa. Es curioso, con ellos yo tampoco tengo ninguna exigencia, por malos que sean, si la historia me atrapa, no hay tu tía, acabo leyendo horas seguidas, robándole el tiempo al sueño. Me sucede eso tan pocas veces con el otro tipo de «literatura». Soy tan lenta, tan pausada, reflexiono sobre párrafos, busco coincidencias. Las disfruto lentamente como un buen brandy a la luz de la hoguera. Pero con los best no, con ellos es un ansia especial, es como aquella tarta de chocolate que necesitas comer entera aunque luego se te indigeste.
Así soy de rara.
Brisne
Blog de la autora.