Con acento en navidad. Por Ana Mª Tomás Olivares

Y de nuevo, un año más, como ya dijera el famoso villancico: la Nochebuena, y con ella la Navidad, se viene. Y se irá mucho más en breve que como se nos ha acercado, puesto que llevamos ya bastantes semanas con la murga bolsillil o carteril de la Navidad.
Cada vez son más las personas que aborrecen la Navidad por todo lo que de falso mensaje lleva con ella. De falso y de obligatorio: que si tienes que ser feliz por “cohones”; que si haz de desplegar tus mejores sentimientos con familiares, amigos, conocidos y demás fauna por mucho que hayan andado jodiéndote la vida el resto de los once meses; que si regalitos por aquí y regalitos por allá; que si comidas de trabajo, de suegros, de cuñados, de asociaciones… Que si arbolitos (bueno, arbolitos…) con más de tres millones de bombillas, como el de Sao Paulo, mientras en muchas favelas no tienen luz; que si es un tiempo para reunirse todos ¿todos? ¿quiénes? ¿Acaso a estas alturas no sabemos que son muchas las soledades que se encierran a diario tras las anodinas puertas de muchos portales? ¿Acaso no sabemos que son muchos los ancianos que no salen de las residencias ni en Navidad? Bien porque no tienen a nadie o porque nadie de los que tienen desean tenerlos cerca. ¿Acaso nos falta conocimiento o sensatez para estar al corriente de que muchas parejas están separadas y de que sus hijos han de elegir o aceptar estar con uno u otro porque es del todo imposible poder estar con ambos? Y qué decir de todos aquellos que no pueden estar con nadie porque tienen que estar con todos… o sea, con todos aquellos a los que tienen que prepararles cenas o fiestas, vamos, estar al servicio de ellos.
Pues claro que hay muchos que no quieren saber nada de la Navidad, porque la Navidad que nos venden nada quiere saber tampoco de aquellos que no responden a las expectativas de consumo que promueve. Esa es la Navidad que les interesa a los que menos creen en ella.
Pero la Navidad, aunque sea un contrasentido que la celebre quienes se confiesan ateos o agnósticos, no es otra cosa que festejar que Jesús nació con un claro mensaje de amor y de paz para los hombres. Y tal y como está la cosa… es una de las mejores cosas que se puedan celebrar.
La Navidad se escribe con acento. El acento que todos y cada uno de nosotros pongamos porque ésta, como el ombligo, es personal e intransferible. Todos hemos pasado por diferentes etapas en nuestra vida y esas etapas son las que han configurado la Navidad que este año tengamos. El desear una feliz Navidad sólo sería apropiado cuando todos y cada uno de los días del resto del año se ha deseado lo mismo, es decir, felicidad, a quienes dirijamos en estos momentos nuestra felicitación.
¿Qué la Navidad es tiempo de amor? No más que el resto del tiempo. Quizá cambia que, mientras que durante todo el año se nos imponen dietas y dietas milagro para adelgazar, ahora el milagro sea que nos metan la comida hasta por los ojos. Y, claro, puede que nos resulte difícil fagocitar determinados bocados cuando sabemos de tantos necesitados. Pero la solución es fácil: compartir un poco de lo poco o de lo mucho que tengamos. Y para eso no es necesario creer en la Navidad, tan sólo querer.

Asociación Canal Literatura
Ana Mª Tomás Olivares
Dama Literatura 2009
Blog de la autora

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