La semana pasada asistí a la 40 Rencontre Québècoise International des Écrivains en Montréal. Fueron tres días de intensos debates y reflexiones sobre el tema Que veut la littérature, aujourd’hui?, cuyas sesiones fueron retransmitidas en directo por la radio, algo sorprendente para quien viene de un país donde cada día se desprecia más la cultura y la literatura en los medios de comunicación. Tuve la satisfacción, además, de leer en español y en francés, en un acto público, algunos poemas de mi libro Desvelos de la luz y el relato El pájaro en su rama (L’oiseau dans sa branche).
Para responder a la pregunta de qué quiere la literatura, creo importante aclarar antes la propia idea de lengua, sobre la que trabaja. Para entender la literatura hay que abordar las relaciones entre lenguaje y cuerpo. Quiero resumir ahora alguna de las ideas que las discusiones de estos días me suscitaron.
Construimos la lengua con el cuerpo. Es el cuerpo el que nos permite hablar. El habla es una actividad corporal y orgánica, basada en la producción y articulación de sonidos. Para poder hablar necesitamos controlar una compleja red nerviosa y muscular, que va del diafragma a las cuerdas vocales, pasando por la musculatura facial, la respiración, la postura, los gestos, los ojos, el oído… Todo el cuerpo está implicado y comprometido en el acto del habla.
Para hablar necesitamos controlar el cuerpo. Necesitamos activar coordinadamente unos circuitos neuromusculares, modulando su intensidad, al mismo tiempo que desactivamos otros. Esto supone un aprendizaje específico, pues no aprendemos a hablar en abstracto, sino una lengua concreta. Cada lengua se inscribe en el cuerpo, o sea, cada idioma configura una «corporalidad lingüística» determinada, con rasgos orgánicos propios o diferenciados. Hablar otra lengua supone no sólo memorizar un vocabulario y una sintaxis diferente, sino, sobre todo, asimilar o integrar otra «corporalidad».
El habla es un acto que supone dominar la impulsividad y la emocionalidad. Si el deseo nace del cuerpo y se realiza a través de él, el lenguaje se opone a la impulsividad del cuerpo, al que obliga a controlar y modular. El cuerpo necesita ser controlado y dominado para poder articular una serie de sonidos muy específicos, de acuerdo con el orden y las normas que impone la lengua. Si el cuerpo es la afirmación de lo individual, la lengua es la afirmación de lo social. Para poder hablar hay que aceptar la ley. La lengua es la primera y más importante representación y afirmación de la ley.
En el acto del habla siempre se expresa nuestra corporalidad y su lucha por controlar sus impulsos y emociones. Su función principal, sin embargo, no es la de afirmar la propia individualidad, sino el comunicarnos con los demás. El lenguaje tiene, ante todo, una función social. El lenguaje es el principal instrumento para hacer posible la cooperación, sin la cual es imposible la supervivencia individual y colectiva.
La literatura hay que situarla entre el cuerpo y el lenguaje, entre la expresión y afirmación de lo individual, y la aceptación de lo social y la necesidad de la comunicación.
Santiago Tracón
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