Este libro no es nuevo, seguramente muchos de vosotros lo conocéis, sin embargo yo lo he terminado de leer hace escasos días (en formato e-book) y realmente me ha impactado.
Ensayo sobre la ceguera es una novela apocalíptica, en cierto modo deprimente (a mí me ha deprimido), narrada de manera magistral, con excelentes reflexiones y ese punto irónico típico de Saramago que me encanta.
Un hombre se encuentra dentro de su vehículo detenido ante un semáforo. Cuando el disco cambia a verde el vehículo no se mueve. Todos los conductores comienzan a pitar y entonces se dan cuenta de que el conductor está en apuros, golpea los cristales, gesticula… Cuando ya consiguen abrir la puerta de su coche el hombre exclama: ¡Estoy ciego, estoy ciego! Esa ceguera repentina, inexplicable y de origen desconocido se contagia más que una gripe, por tanto no tardan en quedarse ciegas las personas que lo ayudan, el médico oftalmólogo al que acude, los pacientes de la sala de espera… El gobierno tiene que tomar cartas en el asunto y decide internar a los ciegos en las instalaciones de un viejo manicomio y dejarlos allí en cuarentena, sin ningún contacto con el mundo exterior y sin ninguna ayuda externa, solo reciben comida, que dejan a las puertas del edificio para que los propios ciegos salgan a por ella. La situación allí dentro es caótica, nadie ve, nadie conoce el entorno, no saben llegar a un aseo, comienzan a perder los principios básicos de civismo y empiezan a comportarse como animales, haciendo sus necesidades en cualquier rincón, donde les viene a mano. Aquello se llena de inmundicia. El manicomio no tarda en tener más de 200 ciegos, personas de diferente género y condición, honestas y sinvergüenzas. Hay peleas entre ellos, hay incluso muertes. Si deciden acudir a los militares que custodian las puertas son asesinados (órdenes del ejército de que los ciegos no salgan para que no contaminen).
Todo esto lo conoce el lector porque hay una persona, solo una, que no se ha quedado ciega, que es la mujer del médico oftalmólogo, aunque finge que sí para no separarse de su marido, por tanto es internada con él en el manicomio. Los ojos de esta mujer son testigos de todos los horrores. Se producen hasta salvajes violaciones.
Cierto día descubren que no hay militares en las puertas, que no hay nadie vigilando. Consiguen escapar y entonces se dan cuenta de que todo el mundo, absolutamente todo el mundo, está ciego (menos la mujer del médico, que sigue siendo el nexo de unión con la barbarie). Nadie vive en sus casas, la gente va ocupando las casas libres que se encuentra, muchos viven dentro de tiendas, para abastecerse de los productos alimenticios. No hay comida, no hay higiene, no hay luz ni agua, todo ha dejado de funcionar porque nadie ve y la vida no está diseñada para ciegos. Los perros y gatos callejeros se convierten en una amenaza. La inmundicia, los excrementos humanos y la basura se acumulan por las calles, pronto darán lugar a epidemias. La gente muere sin atención médica. Todos están condenados a morir.
El final, que creo que no podía ser otro, es el efecto contrario: del mismo modo que todas las personas se quedaron ciegas, lo que ahora ocurre es que comienzan a ir recuperando la vista, para descubrir la mierda de mundo que han dejado.
Está claro que esta novela es una lección, una invitación a la reflexión porque nuestra sociedad también sufre un tipo de ceguera que no sabemos controlar. Nos muestra los instintos más primarios del ser humano, y cómo en situaciones extremas perdemos totalmente los principios. Lo que cuenta es la supervivencia, a costa de lo que sea.
Muy recomendable.
Maribel Romero Soler
Blog de la autora