«Excéntrico», de Juan Guerrero Sánchez. Por Elena Marqués

 


Para quien escoge con tanta naturalidad ser un insensato, Excéntrico es un buen comienzo. Novela poliédrica sin línea argumental trazada alrededor del movedizo e inestable eje de la locura, los pensamientos de sus protagonistas se vuelcan en ágiles pinceladas que intentan conformar la imagen definitiva de tres pacientes tan insólitos como quien les concede voz: un psiquiatra que transcribe sus historias más ávido de literatura que de solución y de diagnósticos.

Y es que, en el fondo, el doctor y sus hipótesis no parecen revelar un serio deseo de sanación, sino solo una suerte de poesía deshecha en escritura casi automática, un cúmulo de sensaciones surrealistas a las que es difícil encontrarles la punta, una suma de diarios-cartas sin destino cuya función terapéutica se intuye desde un principio abocada al fracaso. En definitiva, un juego peligroso del que no se es posible medir las consecuencias.

En Excéntrico, primera novela del malagueño Juan Guerrero Sánchez (Cuadernos del Laberinto, 2013), psiquiatra y escritor se confunden en un deseo de descifrar al ser humano de hoy, ese que sostiene la carga insoportable de la modernidad y que sufre más que en cualquier época de la Historia, cuya estabilidad figurativa y emocional depende de algo tan sencillo como insertarse en el engranaje del sistema sin más planteamientos, conformarse con el lugar que el destino señala. De ahí que, a poco que se piense, se elija la locura y la soledad.

Distribuida en nueve capítulos más una introducción, cual decálogo insano, y apoyada en dibujos de un Fran Canto obediente a los dictados de la música, en cada parte se suceden las voces de los pacientes, primero a través de la reinterpretación del doctor, después directamente de sus labios o en la línea insonora que produce la introspección; todo como reflejo vivo y lacerante de algunas sesiones fundamentales para conocerlos sin la certeza de que lo que nos cuentan es real o más bien una exégesis, un fiel presentimiento («Porque yo no suelo equivocarme con la gente», se justifica el psiquiatra-narrador) tan ficticio como el que nos plantearía cualquier otra novela.

Pero, como afirma el mismo Juan Guerrero, ¿quién no interpreta o juzga a su manera? Puede que las personas, y, por qué no, también los personajes, sean mucho más que lo que ellos piensan sobre sí mismos y devengan en una figura sólida fragmentada en miles de aristas donde reconocerse o negarse.

Pero hablemos de sus protagonistas.

El primero de los enfermos, Daniel Cortázar, no parece ni siquiera dañino. Solo un publicista depresivo con poco éxito tras una vida normal en todos sus parámetros; una figura común que es desmenuzada (más bien despedazada) en su pequeñez de hombre menguante y su necesidad de aliento y protección.

Laura Font del Fresno, la paciente divinizada por su dedicación a la música, no es sino una niña prodigio atrayente con la que el mismo doctor se embarca en una relación comprometida e incómoda que bordea constantemente el peligro; un riesgo tan seductor y salvaje como la convivencia inhóspita de arte y dolor en la que ella se ha criado y malvivido.

Y el pintor David Sánchez-Narcissus, enamorado de la perfección del prerrafaelismo en el que se mira como en un espejo, con su belleza excesiva, su amplia cultura y su egocéntrica insistencia en permanecer en el lado oscuro de las cosas, más allá de la bohemia y del crimen, completa la terna de personajes que piensan más que hablan, que se deslizan con sus peculiares modos de comunicarse y se muestran tan desnudos y desposeídos como una casa sin paredes y sin televisor.

Quizás a estas alturas el lector de esta reseña ya se haya percatado de una fatalidad, pues los pacientes que acaparan la atención del escritor-psiquiatra tienen en común dos elementos trágicos: la ausencia de amor y el peso condenatorio de la creatividad, como si el Genio los hiciera diferentes y esas diferencias fueran, más que nada, una maldición.

ExcéntricoEl resultado de este rompecabezas es innegable. Con la yuxtaposición de capítulos independientes que cobran por sí solos consistencia, al fin nos atrevemos a hacernos una idea de lo grandioso y acertado del proyecto, como si nos enfrentáramos a un gran cuadro impresionista con la nariz pegada al óleo y, al irnos alejando, se nos apareciera en toda su belleza y su congruente insensatez.

Quizás porque Juan Guerrero es también, sin saberlo, un buen psiquiatra que se sienta a conversar en cortas sesiones y a diseccionar el alma humana para entenderla y entenderse, para nadar en su interior con el aplomo que le concede aceptar el laberinto que es la vida; quizás porque él mismo se define como inseguro y algo anárquico, que escribe a impulsos y sin géneros, atragantándose en un diálogo interior punzante que se desborda en poesía y notas sueltas y conforma una maraña a la que no es preciso poner orden ni jerarquía porque este no existe en el caos de la vida y en algunas mentes que se resisten a los esfuerzos inútiles de la normalidad. En cualquier caso, Excéntrico va más allá del caos y, por supuesto, de la normalidad. Es una lección de vida y escritura de la que es difícil salir ileso.

 

Elena Marqués
Jurado permanente del certamen de narrativa breve.

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Presentación de «Excéntrico», de Juan Guerrero Sánchez.
VIERNES, 28 de FEBRERO. 19:15 horas
ALIBRI Llibreria • C/ Balmes 26, 08007 • Barcelona

2 comentarios:

  1. Juan Guerrero Sánchez

    Gracias Elena, una verdadera maravilla de reseña… Escribes de maravilla. MUY AGRADECIDO

  2. Son tus palabras las que me inspiran, Juan. Cuando alguien se encuentra con un libro que merece la pena, que se entromete con tanto acierto en un tema tan espinoso y ensayando nuevas formas de contar, hay que decírselo a los demás para que lo disfruten en igual medida. Una de las cosas estupendas que tiene «Excéntrico» es que se pueden elegir los capítulos por separado y beberlos como un poema. Y eso no lo he dicho.
    Besos y mucho éxito.

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