«Hay personas que hacen el amor todos los días»: bajo este «señuelo» que indiscutiblemente atrapa —ya se sabe que el mundo anda pensando en dos cosas: en lo de siempre y en lo único—, la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades intenta captar, mediante diferentes anuncios en los medios de comunicación, al mayor número de ciudadanos posibles como voluntarios, así como poner en valor a los ya activos que, desde luego, hacen el amor entregándose a quienes más lo necesitan. Aunque vaya por delante que eso de «hacer un sentimiento» es tan imposible como materializar un mamut por arte de birlibirloque, por mucho que la frasecita se haya popularizado hasta la saciedad. Ya lo decía la famosa película ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?, dirigida por Manuel Gómez Pereira. Vamos, que no es lo mismo sexo que amor, ni, desde luego, «hacer» que «sentir». Pero, desde luego, esta arriesgada campaña ha dado en la diana a la hora de dar un viraje a la connotación única de «hacer el amor», aunque para ellos lo que cuente en definitiva sea el resultado final, como el chiste del cura y el taxista que, al morir y subir al cielo, al primero no le hacen ni caso y al segundo lo ponen en lugar preferente. Y al preguntar el pobre cura la causa de la diferencia de trato, él que dedicó su vida a hablar de Dios mientras que el taxista era un deslenguado… un ángel le explicó que lo que se valoraba finalmente era la cuenta de resultados y que mientras que él predicaba la gente se dormía, pero cuando montaban en el taxi, y veían cómo conducía, todos se ponían a rezar.
Un maravilloso documental titulado Human recoge los testimonios en primera persona de gentes de todos los lugares del mundo sobre lo que piensan que es el amor. Les aseguro que es sobrecogedor. El primero de todos es el de un hombre de color que asesinó a una mujer y a su hijo, y en la cárcel sólo recibió las visitas de la madre de la asesinada enseñándole un amor que jamás había conocido o pensara que existiera; lo decía llorando totalmente redimido por la misericordia de quien «debería» odiarlo. Otra mujer de Filipinas maltratada sin piedad, y violada sistemáticamente por su marido, después de parir siete hijos un día tomó un cuchillo y mató al energúmeno. Ella decía que el amor consistía en alejar a sus hijos del maltrato. Una rusa, totalmente enjoyada, aseguraba que el amor era tener millones en la cartera y poder comprar cuanto quisiera; que el dinero era como el agua: al subir eliminaba las piedras, o sea, los obstáculos. Y, mientras que un dominicano, lleno de rabia, recriminaba a los ricos su codicia y su falta de generosidad hacia los más pobres, describiendo más el desamor que el amor, una mujer hindú aseguraba la benevolencia de Dios al permitirle encontrar los granos de arroz que perdían las ratas camino de sus madrigueras. No podría decir cuál de los muchos testimonios me impacto más porque todos, de una u otra manera, lo hicieron; pero, en el tema que nos ocupa hoy, más que de aquilatar el amor, de poner palabras para «hacerlo», recuerdo el de un hombre, creo que australiano, que decía que tras cincuenta años de matrimonio su esposa había enfermado quedando inmóvil en una cama y que, durante los años que duró su enfermedad hasta que murió, él había sido «su amigo, su enfermero, su marido, su confidente, su amante… Me encantó cuidarla y demostrarle que la amaba. Eso es para mí el amor», dijo.
Creo que, de alguna manera, todos somos voluntarios para «hacer el amor» con los que amamos; pero, quizá, infravaloramos la importancia de los voluntarios en la cantidad de organizaciones no gubernamentales, por no hablar de la ingente cantidad de voluntarios que sostienen organizaciones de la iglesia Católica, Cáritas, por ejemplo, o Jesús Abandonado… hombres y mujeres que expresan el maravilloso Amor que habita en sus corazones entregándose a otros hombres necesitados de tantas cosas… tiempo, ternura, ayuda material o emocional. Voluntarios haciendo el amor para hacer del mundo un lugar mejor, más justo, solidario, esperanzador y amoroso.
Yo creo que una de las razones de que Dios siga confiando en el hombre es por ellos —vamos, por nosotros, que yo también «hago el amor todos los días»—: por esos voluntarios dispuestos a compartir su tiempo, su sabiduría, su profesionalidad y su vida con quienes de otra forma no tendrían la oportunidad de disfrutarlo. Y eso sí que…, por difícil que parezca, es materializar un mamut. O, en otras palabras: hacer el amor.
Ana M.ª Tomás
No hay mejor época que esta para redefinir «hacer el amor» o darle su sentido original. No sé… En cualquier caso, estoy contigo en que gracias a esos millares de voluntarios compartiendo su tiempo, su dinero, su trabajo y su afecto, todos (con Dios a la cabeza) confiamos en el hombre y en el futuro de la humanidad.
¡Feliz Año Nuevo!
Nos hemos leído el pensamiento y nos hemos fijado en esos héroes anónimos (https://www.desde-mi-ventana.es/news/superheroes/) que saben mucho de amor desinteresado y de entrega. Por ellos brindo.
Muchos besos.