Hasta los huevos. Por Ana Mª Tomás

Huevos de madera Hasta los huevos

Huevos. Parece que la palabreja es sinónimo de actividades políticas. Y no sólo eso. Es la única palabra en la que coinciden ambos partidos mayoritarios: PP y PSOE. Imagino que nadie mejor que el señor Trillo, con su famoso “¡Manda huevos”, para entender y disculpar el hartazgo del señor Bono. Los micrófonos…, que, a pesar de ser tan traidores, no consiguen que la gente desconfíe de ellos.

Sin embargo, no es sólo el señor Bono quien está hasta los huevos, son o somos muchos ciudadanos quienes estamos hasta los mismísimos gestores, bien sean huevos u ovarios. Sí señor, hartos de muchas de las situaciones que nos van superando tan poquito a poco que nos pasa desapercibido hasta que ya es demasiado tarde.
Si nos hubiesen dicho, hace años, que parte de nuestras libertades, sobre todo la de expresión, iban a ser, con el paso de los años, una caricatura de la que llegamos a gozar tras la dictadura franquista, probablemente, nos habríamos carcajeado, pero la realidad es así. El miedo a quedar excluido de una sociedad supuestamente avanzada en cuanto a derechos de grupos minoritarios nos hace cogérnosla (a quienes tengan) con papel de fumar. Cómo vamos a enfrentarnos a un sinvergüenza, o ladrón, o estafador, o camello, si ese tipo resulta que es un inmigrante… ¿Cómo? ¿Cómo exponernos a que nos griten el insulto facilón, hipócrita y cobarde de “racista”? ¿Cómo hacer frente a las mafias que obligan a muchas mujeres extranjeras a prostituirse, si éstas, desde la argolla que las amarra a sus galeras, gritan desaforadas el insulto de xenófobos a quienes denuncian su situación? ¿Cómo pretenden tener igualdad los homosexuales montando el pollo que montan con “orgullos” al grito de “intransigentes” para quienes no necesitan montar ningún día de orgullo hetero?
Pero lo que mejor define el “Manda huevos” del señor Trillo es el colmo al que hemos sido capaces de llegar: a cuadros me quedé hace unos días cuando vi las imágenes de una turba intimidando a la policía que pretendía detener a un traficante de droga al grito de “racistas” ¿racistas? ¡racistas! ¿Tenemos que mantener en nuestras calles a gentuza sólo porque no sean de nuestro país? La maldad, el crimen, el trapicheo no tienen nacionalidad porque son universales y estén donde estén hay que perseguirlos, denunciarlos y apoyar a las fuerzas de seguridad para que, en la medida de lo posible, sean reducidos, puesto que decir erradicados sería un sueño. Pero amedrentar, acobardar y hasta tirar piedras a las fuerzas del orden… Eso no se puede permitir. Disculpo, y creo que como yo muchos, una concentración de solidaridad ante la casa de algún vecino al que la banca expulsa por impago, y entiendo que pueda impedirse el desalojo, ya se sabe, la unión hace la fuerza, pero que esa fuerza se use bajo el epígrafe de defensa contra el racismo, la xenofobia o los penes en vinagre me parece muy, pero que muy peligroso.
Creo que es Bucay quien cuenta la historia de dos amigos que caminan por la orilla de una playa llena de estrellas de mar arrojadas por la marea. Uno de ellos va cogiendo una tras otra y devolviéndolas al mar. El otro le dice lo inútil de su actitud tratándose de tantas como quedarán en la playa. El buen samaritano estrellil le responde: “Ya, ya lo sé, pero para las que devuelvo al mar no es inútil”. Bien, pues de igual manera puede que un simple artículo de reconocimiento a la labor de esos hombres que nos cuidan se considere inútil, pero si puede lograr que los policías protagonistas se sientan algo reconfortados por saber que alguien les reconoce su labor… no será inútil.

Asociación Canal Literatura
Ana Mª Tomás Olivares
Blog de la autora

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