La muerte de la Literatura Universal en el sistema educativo. Por Luis Javier Fernández

 

La muerte de la Literatura Universal en el sistema educativo.

 

Empieza a ser cada vez más preocupante el deplorable sistema educativo español, a la vista de los planes de estudio que configuran la enseñanza en las distintas etapas de la educación formal; pero quizás el problema más nefasto –entre uno de los más acuciantes– es el tipo de alumno que se está modelando en las aulas. Un tipo de alumnado subsumido a aprendizajes memorísticos y a la obsolescencia de contenidos didácticos. Y eso como digo, tendrá sus consecuencias para su futuro personal y profesional porque es a éste a quien repercute las deficiencias de la educación, y lo que probablemente es aún peor: a toda la comunidad educativa y a la sociedad. Parece que en las aulas se está fabricando no a un ciudadano crítico, con valores, competencias, aptitudes, sino que más bien se está elaborando a un trabajador, a un conglomerado genético para el mercado laboral, a eslabones que perpetúen el estadismo, el capitalismo, o, en todo caso, semillas que abonen el sistema político predominante, como alude una canción de Pink Floyd: Another Brick in the Wall. Y es que el detrimento sobre el panorama educativo viene dado, en primer lugar, por la ineficacia de las leyes educativas (fruto de pésimas gestiones por parte de los gobiernos), y, en segundo lugar, por el diseño curricular que sistematizan los aprendizajes. Es probable que los nuevos cambios tecnológicos, científicos, económicos y sociales, demanden un nuevo sistema educativo, o, sería mejor decir, renovar los planes de estudio con el fin de que los alumnos adquieran una amplitud de competencias en el saber hacer, saber ser y saber conocer que el siglo XXI está exigiendo.

Lo cierto es que la funcionalidad de las escuelas debe capacitar al discente, al menos, en cierta medida, siempre ha sido así, para su desarrollo social, personal, cultural, profesional y emocional. Pero no sucede ésto porque en vez de evolucionar en términos educativos, involucionamos. Parte de ello se debe a los niveles de exigencia, es decir, los planes educativos vienen siendo cada vez más paupérrimos, más pueriles en su amplio sentido, en tanto que se está rebajando la educación formal a niveles muy simplistas. Hay una completa desconexión entre las escuelas y la sociedad. O, en otras palabras, no se educa a ciudadanos para el futuro, sino para garantizar el ciclo de la economía. Y esto, por enLa muerte de la Literatura Universal en el sistema educativo.de, es lo que justifica el diseño curricular del actual sistema educativo. Por lo visto ahora las nuevas reválidas de la LOMCE para segundo de Bachillerato están eliminando asignaturas de Artes Plásticas y Humanidades. El ejemplo más contundente es la asignatura de Literatura Universal –optativa que siempre ha sido– dejará de cursarse, puesto que ya no será evaluable para PAU, lo que supone que, si no es evaluable, los alumnos no tendrán la necesidad de elegirla; así que se escamoteará ésta del curriculum. Eliminar la Literatura Universal del sistema educativo (y quien dice literatura también se refiere a las Humanidades) supone empobrecer muchísimo la capacidad de percepción que debe tener el alumno para enfrentarse al mundo, la manera de interpretar nuevos conocimientos en Era de la Digitalización. Estamos hablando de desterrar la cultura grecolatina; el entendimiento del arte; el nacimiento político y social de Occidente; Homero, Dante, Cicerón, la invención de la escritura originada en la Era del bronce y en la antigua Mesopotamia, (lo que abarca toda la Antigüedad); el petrarquismo y la literatura del Medievo; el Renacimiento literario; la Ilustración Europea; el Romanticismo; el Realismo ruso del siglo XX con Tolstoi y Dostoievski; el Trascendentalismo estadounidense con Walt Whitman; las Vanguardias del siglo XX; Kafka, Dickens, Alejandro Dumas, Virginia Woolf; la literatura hispanoamericana o el boom literario con Borges, César Vallejo, García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, y los clásicos más conspicuos: Cervantes y Shakespeare. Habría que añadir, además, la supresión de la asignatura –hasta ahora troncal– Historia del Mundo Contemporáneo. Vamos, lo que viene a ser una educación baladí en toda regla. ¿Dónde queda la capacidad de explorar el legado de grandes literatos? ¿Cómo repercute esto en la capacidad reflexiva de los alumnos ante la falta de referencias culturales? ¿Cómo serán capaces las generaciones venideras de discernir la información circundante en las redes sociales? Lo que habría que destacar, así mismo, es que el sistema educativo no hace nada, absolutamente nada, por fomentar el hábito lector, ni tan siquiera –lo que quizás es peor– a educar a los alumnos para que aprecien las obras de grandes autores y el placer por la lectura. Ante ese tipo de alumnos que se crean en las escuelas, con un espíritu crítico muy pobre y además esquilmados de creatividad y talento, la sociedad se convierte en un negocio próspero para el espectáculo y el entretenimiento, donde la intelectualidad y el deseo de saber quedan en la más absoluta expiración.

Habrá gente que se postule a favor de nuevas asignaturas que estén a la altura o, por lo menos, capaciten para la digitalización, la tecnocracia, el mercantilismo, la macroeconomía, etc. Y que por dicho motivo, las asignaturas que engloban las Humanidades deben renovarse sustancialmente. Pero eso sería un enfoque academicista basado en competencias para seguir fertilizando el modelo económico y laboral. Desvitalizar la educación para el futuro que, por la cuenta que nos trae, será más tecnócrata, supone incapacitar a los alumnos para defenderse –reflexiva y comunicativamente– ante la pantalla del ordenador, quedando a tientas de mensajes virales, ante la virulencia de Internet, sin el más mínimo interés por acudir a una biblioteca y palpar, hojear, o fundirse a las hojas de un libro, un periódico o una revista. El problema, como digo, no es que se suprima la Literatura Universal o las materias de Humanidades, el problema es la pérdida de referencias y mecanismos para comprender, juzgar, analizar e interpretar el mundo exterior que rodea al alumno en estos tiempos donde, cualquier individuo, puede hacer cuán perversión le plazca tan sólo pulsando las teclas de un ordenador y embaucando a diestro y siniestro. ¿Y ante ello qué soluciones hay? ¿Cómo se puede preservar la actitud interrogativa de la que hablaba Aristóteles para alimentar nuestra curiosidad?

Me gustaría resaltar, por último, sin ser nada moralista, que si no se educa tanto en la escuela como en la familia el interés por acercarse a los libros, por adquirir valores y conocimientos, probablemente el pasado y presente de nuestra civilización no podrán ser entendidos ante la pérdida del hábito lector. Y eso sería condenar a muerte a la Literatura y a las Humanidades como está haciendo nuestro sistema educativo.

Luis Javier Fernández

Luis Javier Fernández

Es graduado en Pedagogía y máster en Investigación, Evaluación y Calidad en Educación por la Universidad de Murcia. En 2019, finaliza sus estudios de Doctorado en la misma institución. Autor de la novela 'El camino hacia nada'. Articulista, colaborador en medios de comunicación, supervisor de proyectos educativos y culturales. Compagina su vida entre la música y la literatura.

Un comentario:

  1. «El Sistema de Enseñanza es la Enseñanza del Sistema»
    Los griegos inventaron “Lo Humano” frente a los Barbaros (bal-bu-ceantes) “inhumanos”
    Los romanos inventaron la Lex Romana.
    Los seguidores del Crucificado inventaron la Fe en la Iglesia Católica Apostólica y Romana.

    Fundamentos de la decadente cultura de Occidental: Filosofía Griega; Derecho Romano y Fe Cristiana.
    El Teocentrismo medieval, dio paso al Antropocentrismo Renacentista y, desde el 2012…el Ántropo Global, mediante la tecnología virtual, lentamente, va descubriendo su esencia irrepetible: las criaturas humanas se manifiestan únicas y autogestoras.
    Imposible, ya, la enseñanza en homogéneas manadas; cada criatura humana elegirá ser quien es, obedeciendo a su Esencia original, irrepetible e imprescindible.
    Pasamos del Teocentrismo al Antropocentrismo, y vamos, lentamente, hacia el Esencialismo Humano: cada cual es quién es y no lo que le enseñan a ser para cumplir las expectativas culturales, tradicionales, familiares y sociales.
    Gracias por abrir el debate, don Luis Javier Fernández. Besos virtuales.

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