Pero no es cierto que la vida se pueda contar, que quepa en ninguna historia. Pedimos a las historias la coherencia y el sentido que la vida no logra tener.
La Soñadora es el segundo libro que leo de este autor, Gustavo Martín Garzo. Escritor vallisolentano nacido en 1948 del que también leí, en voz alta, como creo que hay que leerle, Tres cuentos de Hadas.
Es la suya una prosa preciosista que te introduce en universos extraños que se hacen cercanos conforme avanzas la lectura. Hay que leerlo en voz alta, porque la habitación o la playa se llenan de fantasmas que te llevan de página en página creando quizá un universo similar al de Faulkner.
Las incoherencias, las repeticiones no importan. La historia se llena por sí misma de palabras que crean imágenes. Cuando uno lee La Soñadora su imaginación se traslada a otro tiempo, aquel en que todavía había Reina de la Harina, a pueblos llenos de niños a los que se les contaban historias para entretener la tarde y que una película en el cine emocionaba tanto que luego se comentaba a la orilla del canal -en mi caso pipas en mano a la orilla del río-.
La historia lineal no existe. Como si fuese natural Juan habla de su juventud con una muerta, Aurora, que formó parte de ellas, como paralelo a la historia de Adela, la soñadora. Las historias se solapan en cierto modo, porque los amores absorbentes son iguales los unos a los otros.
Lean si quieren La Soñadora. He tenido la suerte de disfrutarla en mis días de vacaciones, al sol y con una cerveza en la mano. Creo que no hay mejor manera de leerlo.
Brisne
Blog de la autora.