Bien pudieran haberla bautizado como “operación naranja”, pero por darle mayor significación valencianizaron su nombre. Y en el centro del dossier estamparon uno nuevo: “operación taronja”.
Y más abajo, en un recuadro de negro y grueso trazo, enmarcaron su objetivo: desbancar a Francisco Camps.
Su urgencia, además de distraer la atención ante la crítica situación debida a la incompetencia de Zapatero, tanto en lo económico, como en lo social, al igual que en su peculiar forma de conducir el timón de la soberanía nacional, a la que no sólo ha puesto en peligro, sino que ha ultrajado, viene dada toda vez que en las urnas, a cara abierta y juego limpio, derrotar al Partido Popular en la Comunidad Valenciana, su logro, es un imposible. El temor de que en las Cortes suceda lo mismo que en la Alcaldía de Valencia, es lo que duele en el socialismo valenciano, hemiciclo donde desaparecida Izquierda Unida, el hueco existente en los bancos de la izquierda, si bien les hace estar más anchos, la soledad que les embarga les lleva a la melancolía.
Sabedores de un escenario semejante, y rendidos a la evidencia de que desbancar al Partido Popular en la Comunidad Valenciana es una quimera, junto a la pérdida de Torrente y Paterna, entre otros feudos, y trago gordo imposible en digerir, su temor es como una losa que les oprime el cerebro.
¡Zapatero, haz algo! ¡Haz algo, por favor!
En la cacería de Jaén echaron las cartas y cada uno aceptó su cometido. Un Ministro, un juez, un policía judicial y una dama secretaria. La prensa fiel, en su cuartel de guardia. Ya sólo era cuestión de tiempo: echado el cebo, a esperar que piquen.
El caso Gurtel no es una simple cuestión de trajes, disfraz siempre falso en cualquier escenario. El caso Gurtel es la “Operación taronja” cuyo único objetivo es hacer que corra como la pólvora una trama de financiación del Partido Popular, cuya prueba más evidente reside exclusivamente en la gran tramoya que ha sabido diseñar el Partido Socialista en beneficio y auxilio de Blanquerías desde que pidieron socorro. No sólo en ayuda de Blanquerías, también en la suya propia: la de Zapatero.
Rajoy y Cospedal han picado el anzuelo y Zapatero con Rubalcaba a su vera, sonríen en su sillón de rico cuero degustando una botella de champán en un despacho de Moncloa. Sorbo a sorbo alzan sus copas y se llenan de gozo. Mientras, unas sombras góticas corretean por los pasillos anexos, sombras que un Presidente de Gobierno no ha tenido ningún inconveniente en ridiculizar.
Julio Cob Tortajada
Colaborador de esta Web en la sección «Mi Bloc de notas»
https://elblocdejota.blogspot.com
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