«Historias que estabas incubando, que comenzaste a forjar en tu cabeza y no llegaste a terminar, que cincelaste con la paciencia de un orfebre y la liberad de movimientos de un ápatrida, están ante aquí, ante mí»
Ayer tenía otros planes, pensaba terminar los estravíos, corregir un cuento, ver un rato la tele, mirar los blogs amigos y pasar un lunes más, sin pena ni gloria, esperando el martes siguiente, que pasaría también ábulico en espera de los días siguientes. Pero no, me pasé por la biblioteca de Calatayud en uno de esos ratos muertos entre el final del trabajo y la inevitable recogida de la niña en la escuela de música y encontre dos libros de relatos de Óscar Sipán y fue mi caída irremediable hacia sus palabras. Comenzé a leerlos a la espera de que mi hija bajase al escalera de su clase y no pude parar de leerlos hasta que las dos de la mañana sonaron en el reloj. Todavía me faltaban tres cuentos que leer del volúmen «Pólvora Mojada», no podía seguir leyendo, los ojos se cerraban con la imagen de sus palabras que me golpeaban. A regañadientes, pensando en que hoy andaría zombi, cerré el libro. ¡Qué rabia! Prometí levantarme temprano para terminarlos y para escribir sobre ellos. Promesa incumplida, el puñetero despertador ha sonado a la hora habitual y la casa se ha llenado de gritos de corre, desayunos, café inevitable, carteras, chandals, pantalones, coletas por hacer y prisas que nos llevan a la fila del colegio siempre cuando el gong de la campana ya anuncia que hay que entrar. El inevitable trabajo viene luego. Y yo preguntándome toda la mañana cómo no conocía a Óscar Sipán, como había habitado este espacio coincidente sin haber sido golpeada con su prosa ágil, sorprendente… con su cuentos que huelen a genialidad y literatura.
En una hora muerta, entre clientes que no llegan, los he terminado. Todavía ando noqueada entre ojos de cerradura, declaraciones de amor verdadero, padres que pierden hijos y amantes lejanos que marcan vidas. Igual ustedes no le conocen, igual incluso no quieren conocerlo, pero yo sé que leeré todo lo que de este oscense ,que habita la teintena como yo, caiga en mis manos. Pospondré a Musil, a Matute, a Faulkner para sumergirme en la piscina de sus letras y ante su grito «¿Vivo o muerto?» gritaré: Vivo también entre sus imágenes.
Si tienen el valor de perderselo, piérdanselo. Es cuestión suya.
Brisne
Blog de la autora