Este país da para mucho. Soy un habitual de las redes sociales, me gustan porque uno puede tomar el pulso de la sociedad desde una pantalla. Bien utilizadas, estas redes se constituyen en perfectas atalayas para el francotirador social. Esta semana, entre la secuela de las elecciones catalanas y la celebración del Día de la Hispanidad, no he tenido tiempo para aburrirme. De ambas cosas podría estar escribiendo varios días, pero como no quiero aburrir a nadie me voy a centrar en el odio de determinados españoles a los símbolos de su país. Sé que escribir sobre esto me sitúa en la acera de los fachas, otra circunstancia que me atrae. Pues, si aceptas que eres español, que tu bandera es la que es y que tu himno es el que es, corres ese riesgo.
La cuestión es que son gente joven, gente que se puede quejar del paro, de los desahucios, de los sueldos, de la falta de oportunidades por la cerrazón del Gobierno, de tener que irse fuera para trabajar… En fin, el momento histórico que vivimos da para muchas infelicidades, pero de ninguna de ellas tienen culpa los símbolos sino los hombres y mujeres que nos dirigen. Hace tiempo que repito y expongo a todos los que me quieren oír que la izquierda de este país que no ha vivido la represión franquista debe de empezar a reconquistar esos símbolos que en tiempos pasados secuestró y prostituyó el franquismo, y que ahora se los apropia la derecha impunemente. Esta labor educativa, como todas, debe de empezar en cada hogar, pero también en cada escuela. Y no se trata de cantar el «Cara al Sol»; se trata de que en la puerta del colegio ondee nuestra bandera y nuestro escudo, que en las aulas se estudien la Constitución y la historia, que los niños aprendan que somos lo que somos por lo que fuimos, que en el pasado tuvimos momentos gloriosos y vergonzantes, pero que es obligatorio conocer para no volverlos a revivir.
Los españoles progresistas repudian el Día de la Hispanidad y acusan, a no sé quién, de genocidio. Después hablaré de eso, pero ahora me interesa más analizar a quién acusan. Porque de los españoles que llegaron a América pocos volvieron, la mayoría de ellos se quedaron allí, esparcieron sus genes por doquier y engendraron a los antepasados de los habitantes actuales de esos países. Bien está que como país decente aceptemos que algo malo hicimos. Pero ¿acaso no lo hicieron los cartagineses, los romanos, para crear su imperio, los hunos, los godos, los moros o los turcos? La historia de la humanidad está escrita a base de guerras, de saqueos y de violaciones. No nos vamos a sentir orgullosos de ello, pero no hay un humano sobre la faz de la tierra cuyo pueblo no tenga una historia parecida, sobre todo en la vieja Europa: Francia, Reino Unido, Holanda, Portugal… Seamos serios. La historia nos enseña que las civilizaciones que no han sido agresivas no han sobrevivido ni política ni económicamente. El hecho lo demuestra la independencia de los pueblos de América. ¿Quién las inició? Pues precisamente los descendientes de aquellos españoles que portaban sus genes y que hartos de servir a un Rey que los obviaba decidieron seguir por su cuenta.
La leyenda negra sobre el descubrimiento la creó y difundió Fray Bartolomé de las Casas, que fue allí para administrar los bienes de su familia. En sus crónicas exageró lo que sucedía con el único fin de que a su vuelta a España se le concedieran los hábitos secundarios, los de fraile, objetivo que consiguió en 1508. Sus relatos atrajeron la atención de la Orden de los Dominicos, que en 1510 decidieron visitar las nuevas tierras y comprobar por sus propios ojos lo que allí sucedía. Desembarcaron en La Española y realmente fueron los primeros en preocuparse por los derechos de los aborígenes y los que mayor aporte hicieran en favor de estos, pues inmediatamente mandaron a España un mensajero, Antonio de Montesinos, a quien el rey Fernando escuchó, mientras la reina Isabel I de Castilla estallaba en cólera al saber de nuestro trato hacia ellos. Se convocó una junta en Burgos para estudiar la situación de los indios, que tuvo lugar en 1512, y posteriormente otra en 1513 para cerrar los flecos. De ambas surgieron las primeras normas para defender a los nativos. Estas normas y las posteriores pasaron a constituir las «Leyes de Indias», la primera legislación sobre derechos humanos de la historia de la humanidad. Ahí es nada. También es cierto que debido a la falta de diligencia de los reyes, cuya presencia nunca se materializó en el Nuevo Mundo, su aplicación se pasó por alto en muchas ocasiones. Sin embargo, Fray Bartolomé, una vez conseguidos sus hábitos, nunca más se implicó en esas cuestiones, y dedicó el resto de su valioso tiempo a la administración de las fincas de su familia en aquel lugar, motivo por el que fue allí verdaderamente, pues su familia era una familia rica de Sevilla con intereses en las Indias desde el minuto cero.
¿Que por qué se le llamó descubrimiento? Pues simplemente porque el continente americano era desconocido en el territorio más grande del globo terráqueo: Europa, India, Asia y África. Está demostrado que antes que Colón, del que ya se sabe con absoluta certeza que era catalán, hubo otros hombres que llegaron allí: vikingos y africanos, esencialmente. Pero lo hicieron llevados por las corrientes marinas, sin ciencia alguna, y ninguno de ellos volvió para contarlo. Cristóbal Colón, aunque por error, fue el primero en llegar con algún criterio científico, pues su intención era dar la vuelta al mundo y llegar a Asia por la parte más oriental, cuando se encontró con aquellas tierras. Y no sólo eso; también fue el primero en volver, describir los vientos, las mareas, los tiempos de navegación, la ruta de ida y la de vuelta. Trajo a los habitantes de aquellas tierras para mostrarlos al mundo, sus alimentos y sus materias primas. Todo ello dio lugar a que otros europeos fueran después y volvieran y demostraran que antes habían ido otros, pues sus restos fueron hallados por toda la costa atlántica. Sólo por eso se le llamó descubrimiento.
Que los aborígenes tenían una civilización propia, cierto. Pero no habían evolucionado ni técnica ni política ni socialmente como lo habían hecho los humanos primitivos que se asentaron en el viejo continente. Ellos aún estaban a siglos de evolución de crear una banca, una moneda de cambio, un senado, barcos, de conocer las técnicas más primitivas de navegación, de tener una gramática… Todo lo que nosotros ya controlábamos desde muchos siglos antes. Por cierto, que fuimos los españoles los que después de aprender su lengua les creamos las gramáticas y si hoy se conservan las lenguas precolombinas fue gracias a ello.
Así que ruego a todos mis compatriotas que dejen de hacer el español y empiecen a amar sus símbolos y su historia sin vincularlos con ninguna ideología política.
Antonio Marchal-Sabater
Me ha gustado tu artículo, seguramente, porque me siento representado por tus palabras, ya que pienso igual, tanto en los símbolos del país, prostituidos por el franquismo y que por ello se los relaciona con una ideología reaccionaria, como en cuanto al descubrimiento de América.
Es verdad, Antonio, que debemos estar orgullosos de nuestro pasado y de nuestra historia (aunque haya también sombras). Pero, sobre todo, reconocer por encima de cualquier ideología nuestros símbolos: bandera e himno. De no ser así, cualquier pacto será un logro puntual, y sin porvenir. El futuro necesita crear lazos y destruir odios; aquí es donde la educación es muy importante. Solo a través de ella podremos recuperar la «España que nos une».
Muchos besos y gracias por defender solo lo que es de todos.