Problema de confianza
Tiene 27 años, está sentado tras una mesa en una sucursal bancaria, con corbata –claro- y cara de buen chico, yo no dudo de que lo sea, pero tampoco creo que tenga capacidad para ser expendedor de productos financieros y tratar con clientes que le doblan o triplican la edad sin que el muchacho tenga ardor de estomago muy a menudo. Su jefe, no más de 35 años, lleva traje completo con corbata –claro- y se mueve con paso firme, sin embargo tampoco decide nada, es otro expendedor, solo que este te recibe en su propio despacho.
Uno oye y cree estar recibiendo el eco de la conversación anterior, porque se repiten como un disco rallado. Ellos no pueden hacer nada, pobres chicos, porque todo les viene dictado de algún lugar dónde se decide, allá en una galaxia financiera blindada para que nadie se mire a los ojos directamente. El que decide se llama Enrique y lleva corbata- claro- y no está cara al público, pensándolo bien es comprensible que así sea, porque alguien podría rompérsela por inútil y arbitrario.
Ayer le mandaron un crédito preconcedido de 18.000 euros a mi ahijado de 19 años que está estudiando FP y no tiene oficio ni beneficio, sin embargo a una amiga diseñadora que tiene en su haber multitud de reconocimientos, tiene su pequeña empresa y paga religiosamente, le han denegado 8.000 euros para poder seguir trabajando, a menos que firme su marido, avale su padre y deje muestras del ADN de su bebe de 9 meses (lo del niño es por exagerar).
Y luego en la web corporativa del banco hablan y hablan de “la buena práctica financiera.”
¡Claro que es un problema de confianza! Vaya descubrimiento, ese proceder puede ser cualquier cosa, menos una buena práctica financiera.
Demasiados sapos tragan estos chicos detrás del mostrador, tener que reconocer que es todo un sinsentido, pero que ellos sólo siguen instrucciones sin derecho a pensar ni a decidir. Y lo hacen, además, sin saber que es muy probable que el próximo año será otro jovenzuelo con corbata- claro- el que ocupe su lugar, una vez que ya no les quede bilis para seguir engañando sin pestañear y comprendan que su cara empieza a correr peligro.
No sé como no se ahogan enredados en tanta corbata y en tan poca vergüenza.
Brujapiruja