Una obra que revalida su intemporalidad con la reedición, tras doce años desde la primera y única, con la consecución del Premio de Poesía «Universidad de Sevilla», en el año 2001.
La palabra poética no tiene prisa. Es el vuelo inalcanzable lo que propicia esa hilazón de tiempo y luz incierta, pero singular y única, que la hace intemporal e inmarcesible. El inveterado signo que permanece intacto como el corazón dormido en el agua. «En uno de los muchos estanques de los bosques que rodeaban la pequeña ciudad flotaba una hoja, una única hoja». Peter Handke posee especial apego por la escritura autobiográfica. En La noche del Morava una barca varada es el punto de partida de un monólogo dramatizado con la perspicacia y aguda introspección que el autor austriaco -al margen de las connotaciones políticas que le rodearon años atrás- tiene la capacidad de insuflar. El tono de la obra desprende verdad y la voz en primera persona reverbera en el interior del lector como latido sereno y acompasado. La corriente del afluente serbio del Danubio que da nombre a la obra mece la barca que permanece ensimismada, mientras sus aguas prosiguen su destino circular. El mismo que emprende el personaje, un escritor que lleva diez años sin publicar. La barca le sirve de refugio, de hogar, de anclaje. Mientras los amigos a quienes invita a pasar una velada asisten a la descripción de su viaje por Europa, la travesía no cesa con la fabulación de la palabra que realza el poderoso influjo de la expresión onírica.
Pronombres personales -Editorial Palimpsesto 2.0. Colección de-Sastre. Prólogo de Concha Caballero- nos reconcilia con la vida desde la visión asertiva, y no por ello dócil, de atender a la evocación no como pérdida. Más bien como aliento de futuro, como enseña de lo que fuimos pero, sobre todo, como aguerrido sentimiento de resistencia, con una dosis de aparente y sutil ironía.
«Y es que como no cambies / ahora que eres joven / mañana será tarde todo intento / de lavarle el estómago / a tu corazón». El apremio de los días nos reduce a ese sino de indubitable decadencia, de erosión emocional y afectiva que es mar de desaliento, «por todas las esperas que asoman en un día». De ahí que reducirnos a pronombres condensa el concepto de hacer las veces de sustantivo. Es decir, ser de verdad, reducirnos a la esencia misma de nuestras contradicciones, pero también de nuestros sueños y frustraciones ante el inexorable paso del tiempo. «La vida se desata en cuerdas impensables, / aparecen caminos en un tiempo preciso / y es una tierra ignota lo que antes era el surco / de los años sabidos en el aprendizaje». Lo señalaba Pedro Salinas en su obra La voz a ti debida, «¡Qué alegría más alta: / vivir en los pronombres!». El sustrato de esta obra poética contiene sencillez, claridad y emoción. Aspectos irrenunciables de principio a fin que configuran un perfil poético auspiciado por la transparencia como celosía de lo que aún está por llegar -«Puedo sentirte siempre, no lo olvides»-; por la medida ajustada que, sin embargo, no duda en coquetear con gestos irreverentes en forma y fondo -«¡olvídate de los libros por un día / siempre nos queda la / bibliotecaria!»; y por el trémulo y apasionado decir del amor que exhala aliento vigoroso -«Amanece en tus piernas, / me mezclo con todo y ya no existo / ni sueño (…) Esta paz tan pacífica me asusta / y me incita / a despertarte».
Vestigio de lo que fuimos y presagio de lo que seremos asoman en esta hermosa obra, porque «Recordar es un falso / genocidio de ausencia», y, quizás, por eso «El río siempre acompaña a quien pasea a su lado. / En su orilla la sombra subasta sentimientos». La edición -limitada, numerada y autografiada por el propio autor- ha sido rescatada tras haber transcurrido doce años desde su primera y única edición, cuando le fue otorgado el primer premio de poesía «Universidad de Sevilla» en su VII edición. Retorna con mayor ímpetu si cabe y sin notoriedades oportunistas, como manifiesta el propio autor, «Poemas éstos (del Pronombres…) que ni están corregidos, ni aumentados, sino tal cual vinieron a la luz en su primera edición». Reconocimiento a ese tiempo que fue sin necesidad de refrendo presente. Profunda excepcionalidad por el compromiso con su palabra y la distancia con otras maneras adocenadas. La frescura de su acontecer lírico la dota de especial simbología, al encontrarnos el espacio poético actual abrumado por lo críptico. La intensidad de las imagenes que nos propone el autor son de poderosa transferencia al conceder al lector su ubicación en el itinerario a través de la advocación en los pronombres. Ellos, Tú y Yo son las tres partes en las que se divide la obra, complementado por un Epílogo. En cada una de ellas el poeta advierte el tránsito del tiempo y la necesidad de ceñir su voz a la dimensión cotidiana. Las tres personas son una sola, pero concebidas desde el argumento poético de una triada que intercambia miradas entre sí. La otredad que se manifiesta en el desdoblamiento de nuestro mundo, junto al de los demás, que es el mismo: Ellos son Tú y Yo. El determinismo emocional y reflexivo genera los motivos a los que se alude para compendiar lo que somos: naúfragos que arribamos del proceloso mar a la orilla de la incertidumbre, «Y con dudas y a solas y en tu cuarto / has consentido / que salga este silencio del espejo, / que nuble con abismos la mañana, / que parezca ajena tu memoria, tu mirada».
Victor Manuel Domínguez Calvo nos brinda la oportunidad de renovar nuestra mirada sobre el paisaje emocional del ser humano. Equidistante de otras propuestas enrevesadas y tendentes a lo arcano, esta obra hace especial énfasis en la clarividencia de lo visible y la búsqueda confesable de lo que ansiamos. El amor se descubre como fuerza a la que se orienta y dedica el ineductable canto de belleza del que no puede ni quiere desasirse, comoél mismo se define, este «poeta ocasional».
Desde esta afirmación tan arriesgada -la banalidad suele atender al canto de las sirenas- como íntegra que reafirma su ideario y sentir poéticos alejado de artificios hueros, el vate coriano nos refiere bellísimos pasajes en los que el amor discute con la fugacidad del tiempo -«Los labios del silencio han besado la tarde / y aún como al principio entre tus brazos / mi espalda acuna el filo de tus uñas (…) Los labios del silencio han besado la tarde, / quizás hoy seamos sombras / de un idioma olvidado»-. Aunque no deja lugar a duda de su identidad lírica cuando manifiesta la categorización de su quehacer, en la apreciación y el asentimiento que concretara Mario Benedetti .«El verdadero artista es siempre comprometido», porque «La paz del poeta es falsa: / con él habitan / la espada y la pluma, / la piel y la palabra, / la tinta de unos puños que no aceptan / la injusticia de un mundo descarnado». Así se manifiesta de rotundo el que también es miembro fundador del Colectivo Surcos de Poesía.
El tiempo poético es otro. Su medida la dispone el silencio. Mientras tanto, fluye la memoria de los días, «Porque sólo el presente puede matar al tiempo» y es en ese imperfecto momento en el que nos hallamos con la reedición de Pronombres personales, que bien pudiera reconocerse en aquella hoja que flotaba y refiriera Peter Handke: «En uno de los muchos estanques de los bosques que rodeaban la pequeña ciudad flotaba una hoja, una única hoja».
Pedro Luis Ibáñez Lérida