Hoy he terminado de releer, por enésima vez, Soldados de Salamina, la novela de Cercas, y como siempre lo he hecho con los ojos encharcados y con los ecos del pasodoble Suspiros de España rebotando en mis oídos. Hace unos días decía Paco López Mengual que una de las cosas que lamentaba al tener que deshacerse de su viejo coche era que un día había llevado en él a Javier Cercas. También dijo que Javier había escrito la novela, refiriéndose a Soldados de Salamina, que a él le hubiera gustado escribir. A mí me ocurrió algo parecido. Yo no he llevado a Javier Cercas en mi viejo coche, pero sí me surgió una novela de un modo similar. Verán: Javier Cercas se encontró con la historia de “Miralles”, el personaje protagonista de su novela, casi por casualidad, mientras realizaba un trabajo para su periódico. Después, Roberto Bolaño lo puso en la pista de Antonio Miralles y fue a buscarlo, habló con él y pudo cerrar su relato.
En mi caso, la semilla de la novela se posó en mi mente hace más de treinta años, cuando mi primer destino me llevó a Portbou (Gerona) y me embutí en los escenarios en los que aquellos que tuvieron que salir de España por las de Villadiego asimilaron su derrota. El gobierno francés tuvo mucho que ver en que esa asunción fuera lo más triste posible. Y es que nuestros vecinos de arriba cada vez que pueden nos dan con saña. Unos años después, en las playas del Mar Menor, me encontré con Juan Iglesias Bravo, el héroe que inspiró la vida de Braulio, el personaje de mi novela Bajo la cruz de Lorena. Las vidas de Miralles y de Juan son paralelas, y, de haber conocido yo entonces la historia del Collell, le hubiera preguntado a Juan por aquellos sucesos, pero yo no sabía ni que existía y ahora ya es tarde. En fin… Como iba diciendo, después conocí a Juan Iglesias y su vida abonó aquella semilla. Eso ya lo he dicho en diversos foros. Lo que no había dicho aún es que el árbol brotó a raíz de mi primera lectura de Soldados de Salamina. Así que, con lágrimas en los ojos, los acordes del pasodoble Suspiros de España rebotando en mis oídos y el corazón encogido, quizá arrastrado por la nostalgia de los días que nos rodean, escribo estas letras de agradecimiento a Javier Cercas.
Antonio Marchal Sabater
Autor del libro: La cruz de Lorena
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