Vidas farmacológicas. Por José Fernández Belmonte

Vidas farmacológicas

Galopan las semanas a lomos de la frustración. La realidad se atempera rodeándose de adornos superfluos, que, por momentos, nos alivian de nuestros males invisibles. Mundos repletos de aislamiento. Zumbidos imperceptibles de palabras que no se dicen, de cosas que no se hacen, de decisiones que se postergan, de sueños que no se cumplen, de viajes que no se hacen, de fantasías que se caducan víctimas de los prejuicios fabricados por mentes pretéritas a golpe de sable y mediante baños de sangre.
Esos muros invisibles se complementan perfectamente con leyes y normas de toda condición, con muros de hormigón, con alambradas de espinas, con garitas, con dedos en el gatillo, con uniformes de color caqui, con sotanas de color púrpura, con cruces, con altares, con banderas de todos los colores, con águilas bicéfalas, con hoces, con martillos, con estrellas, con himnos.
Y, bajo toda esa capa ingente de señuelos, subsistimos los demás, asumiendo las leyes, poniéndonos firmes, de rodillas, postrados, con la piel de gallina, resignados, convencidos, ensalzados, rindiendo tributo al Becerro de Oro y aparentando normalidad.
Vivimos la vida felizmente infelices. Visitando parques temáticos de edificios de cartón para visitantes encartonados. Adoptando roles modélicos. Vistiendo con genuinas marcas. Asistiendo a espectáculos exclusivos. Diseñando nuestro cuerpo al estilo del momento. Bebiendo lo que hay que beber. Fumando lo que hay que fumar. Diciendo lo que hay que decir y callando lo que hay que callar.
Y, pese a estar perfectamente afiliados, cumplir a rajatabla los cánones establecidos, aparentar la perfección que se nos exige, colgar las fotos felices en Facebook, viajar a destinos de ensueño y conducir coches de alta gama, seguimos subsistiendo a base de ansiolíticos.
La ansiedad es el gran negocio del momento. Bajo su influjo consumimos como posesos.
Vidas contemporáneas dependientes del dictado y estrechamente ligadas a la farmacopea.

José Fernández Belmonte

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4 comentarios:

  1. Elena Marqués

    Aunque suene a tópico, la felicidad está en el interior, y nos empeñamos en buscarla y llenarla acumulando, no seleccionando lo que verdaderamente importa y nos importa. De ahí el desengaño, de ahí el recurso a la píldora que nos calme.
    Un texto estupendo.

  2. Es cierto vivimos distraídos de nosotros mismos y alejándonos de nuestros ciclos naturales. Esta vida artificial la calmamos con más artificialidad.

  3. Vidas nadando en la superficie que intentan no ahogarse. Interesante relato.

  4. En la era de la comunicación estamos más inseguros y solos. Realmente es difícil de explicar, pero el contacto personal, el calor de quienes nos rodean sigue siendo fundamental. Eso, no lo proporcionan las cosas, solo las personas.
    Buena reflexión José.
    Abrazos

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