¿Y ahora qué? Por Ana Mª Tomás Olivares


Como no estábamos poco asustados ya con la que tenemos encima, viene ahora el bróker o el impostor de los cogollos a terminar de rematarnos. ¿Acaso no sabe el payo que, por muy negro que veamos el horizonte, la esperanza es lo último que se pierde…? Debe ser que no, porque ha venido a darnos la estocada final: esto no tiene solución, ha dicho. “Pues claro. Se veía venir”, dicen los pesimistas como si tuviesen en sus manos la bola de cristal. Otros le han acusado de crueldad y, no tanto por decirlo, sino por confesar que a él le encanta esta situación porque le permite hacer dinero. Y otros terceros opinan que es un tipo estupendo al advertir al mundo de lo que le espera.

Hay que ver… algunos abren la boca y sube el pan. Que digo yo que este tipo sabrá mucho -aunque según últimas informaciones no sabe tanto-, pero tampoco es Dios para que nos echemos a temblar con sus alarmantes noticias. Igual si hubiera predicho que todo iba a comenzar a encarrilarse todos nosotros hubiésemos comenzado a trabajar en ello con ganas y optimismo, pero así… cualquiera se desmorona. Y, encima, con el otoño por delante, que ya sabemos cómo baja este tiempo la serotonina y cómo nos pone de pochos.

Recuerdo a la abuela de una amiga mía que se lamentó toda su vida de no haber gastado unos buenos duros -que luego no valieron de nada- haciendo acopio de unos Mantones de Manila que le ofrecieron poco antes de comenzar la contienda fratricida española del 36. Decía que se había quedado sin su capricho, sin perras y sin la posibilidad de tener alguno de aquellos mantones para cambiarlos por objetos necesarios por aquellos días.

Hace unos años una señora -creo que en EEUU- demandó a un médico que, por error, le había diagnosticado tres meses de vida y, después de un año, seguía como una rosa. Puede parecer incongruente que alguien, en lugar de alegrarse de ese error médico, ponga una demanda, pero es que la buena señora en esos tres meses que le daban, supuestamente, de plazo vídico no tuvo mejor idea que la de gastarse no sólo lo que tenía sino lo que no tenía ni ella ni su marido al que entrampó pa los restos. Viajó, se regalo las mejores cenas, las más estupendas experiencias con quienes pudo y se dejaron, los más sensuales masajes… vamos, que antes de irse para el cielo decidió probar la gloria. El problema estuvo cuando vio que no se moría ni a la de tres y ya comenzaba a tener inconvenientes con préstamos, adquisiciones y lucros no pagados.

Pero, ahora, el cínico agorero Alessio Rastani, en una entrevista de sólo tres minutos en la BBC, ha vaticinado que los pocos ahorros que podamos tener se nos van a ir a tomar… -justo por donde están pensando- y nos quedaremos vivitos pero poco coleantes, ya saben que las colitas no suelen funcionar muy bien cuando no lo hace el bolsillo, así que, señores míos, no lo permitan, hagan como la señora de la demanda: gasten lo que tengan y lo que no tengan, total… vamos todos directos al trueque. A ver, ¿quién me da algún diamantillo, lingotazo de oro o similar por cuarto y mitad de una sonrisa? Aunque, entre nosotros, prefiero regalársela a que me la quite un bróker de pacotilla.
Asociación Canal Literatura
Ana Mª Tomás Olivares
Blog de la autora

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