A un olivo. Por Juan A Galisteo Luque

Olivo sediento, ¡qué triste tu suerte!
tu raíz de origen de cuajo arrancaron,
y aquí, en esta tierra, después te plantaron,
quién sabe si un día, te encuentre la muerte.

Hoy, cuando lo han dicho, quise protegerte,
y es así, tan cierto que te cercenaron,
tu tronco en un campo verde coronaron,
será muy difícil que ya vuelva a verte.

Cualquiera diría que eso les divierte,
injerto mezquino que en vano lograron;
solo consiguieron con ello, perderte.

En un jardín verde del Norte, dejaron
tus duras raíces y tu cuerpo fuerte;
nada más mirarte, mis ojos lloraron.
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Juan A Galisteo Luque
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