Tocas mi pecho,
tambor de donde salen notas que te alaban;
y danzo y me arqueo como epiléptico
porque hemos vencido hasta al Diablo.
No más engaños: nosotros somos la única divinidad,
fundada en la esperanza del sexo.
Sin ti la vida es un desperdicio
y los días basura…
Como un cántaro que va a nacer
me moldeo en tus manos.
Soy tierra dócil a tu arado. Y algo arrastra:
tus testículos que pesan en mi conciencia
más que todas las filosofías.
Nueva superficie revelada.
Adentro la raíz oscura
bebiendo secretamente aún del Paraíso
se complace lo mismo. Y el quehacer entrona ademanes:
fábulas del dolor destetado
donde los aljibes prodigan las bebidas suntuosas,
flagelaciones circenses para retratarnos,
cenadurías donde no hay odio,
escusados limpios,
maniqueísmos a la hora de decidir: sí es no y no es sí,
tontería consensual –guerra de almohadas–,
grasa untada en la zona propicia;
simulaciones de boda, violación y canibalismo.
Todo sumado a lo que a media luz nos desmaquilla;
la exacta consecuencia
de arrojar globos con agua desde la azotea a los mojigatos.
El antiguo rumor era cierto:
eres el vasallaje elegido…
Ámame sin preservativos.
Estaré allí el día final.
Aleqs Garrigóz