Los fulgurantes brazos lúgubres de la incipiente madrugada
como tardíos rastros de aurora boreal alcanzan con su espada.
Afluyen nubes de humo opaco a posarse sobre cielos de escayola,
los sueños por sus diptongos se parten cual pusilánime amapola.
La tez raída de la hetera esperanza no hace muestras de asombro,
la lluvia se desata, maizales anegados que se reducen a escombro.
Durante un impasse eterno de influjo de marea contaminada,
las parcas palabras escupen lágrimas por no poder decir nada.
Derribo ejecutado, reconstrucción del hombre, proyecto de fracaso;
indicios de tormenta sólo restan, las cenizas sublevadas tras su paso.
Grotescas sombras decrépitas refleja el espejo de suspiros empañado,
al otro lado de las vías, tú eres tu destino tomando el tren equivocado.
No quedan ojos por los que llorar, ya no hay poesía por ser leída,
tampoco níveas palomas de la paz que no hayan sido abatidas.
La alegría es un poderoso ufano robando a una desvalida anciana.
La ilusión es la algazara de los niños que serán huérfanos mañana.
Joel Sierra
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