Señor, yo te agradezco por tan dulce castigo,
aunque jamás la tuve… aunque nunca fue mía,
¿quien dijo que no sabe de amores un mendigo?
¿ no es amar ir pidiendo por la calle vacía?
Gracias, Señor, ¿qué importa si nunca me ha querido?
cuanto más lejos era más cerca la deseaba,
y así, sin ganar nunca, jamás me vi perdido
porque a pesar de todo yo sé cómo la amaba.
Porque el haberla visto con creces me ha enseñado
que puede ser muy cierto lo que sólo he soñado,
la caricia ilusoria, la noche no ocurrida…
y que no es necesaria la grandiosa fortuna
de mecerla en mis brazos bajo un rayo de luna
para que sea por siempre la mujer de mi vida
Marcelo Galliano
Argentina