Por tierras de Soria bajo un sol de estío,
escuché gemidos cercanos a un puente,
era el río Duero, con su voz doliente;
sentí aquella noche fuerte escalofrío.
Me habló estas palabras de tristeza el río:
-¡Nunca te despidas sin besar mi frente!
-¡Escucha mi cauce, que ya tristemente
se aleja llorando hacia el mar bravío!
Me acerqué en silencio junto a la corriente,
y en un trepidante y fuerte desafío
refresqué mis manos en su enorme fuente.
La luna en el cielo, llena de rocío,
adornó su espejo fino y transparente,
con rayos de plata, agua, sombra y frío.
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Juan A. Galisteo
Del poemario Versos de luz y sombras
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