Callar los ojos y escuchar que existes.
Buscar donde no late el corazón latente de la búsqueda.
Recoger los escombros del deseo
y construir con ellos un recuerdo de arena.
Vivir bajo la vida, concedernos
una tregua de luz.
Dejar que vuelen, elípticas, las palabras prohibidas;
las abejas que vuelcan en tu boca la miel de la memoria.
Hundir cada pregunta en la respuesta
de lo no sucedido
y llevarse a la tumba los bastones de alguna realidad
mientras palpamos el relieve de una noche distinta,
como ciegos
que observan desde el fondo sus secretos.
Luis Oroz
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