Había sabido resistir al vértigo,
al ritmo del tiempo y del espacio;
el rumor de la ciudad invadía
cada día su sosiego
bebiéndose a sorbos la madrugada.
Se entretuvo al oído de la vida,
al compás de los cuatro vientos cardinales.
Un día se miraron a la altura de la voz
y se encontraron en secreto.
Con los ojos llenos de alegría
camina rodeada de belleza.
Mónica López Bordón