Estaba segura
de que era Dios quien hablaba
en un dialecto
que sólo yo entendía.
Los demás decían que eran
las campanas.
Pero al principio fue Dios…
Después debió mudarse
de iglesia o campanario
porque su voz se oía
cada vez más queda y más lejana
hasta que se perdió.
Entonces sí, entonces
empecé a escuchar campanas.
Ahora estudio dialectología
del badajo
por comprobar si Dios cambió
de voz
o fue un envite frío de la vida
el que me dejó sorda.
Ana Mª Tomás Olivares
Dama Literatura 2009
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