Crónica de un «Te quiero»
Como animal nocturno que entra a una casa
a robar un bocado,
llegaste a un pecho defendido con pasos silentes,
y mordiste el trozo del corazón en que había
una ternura que aguardaba madurar;
de allí te alimentaste. Despertaste
las rutas hacia la inocencia tibia
de probar la piel con las garras,
sin romperla. Sentado en mis piernas,
con mis manos en tu cintura, la respuesta
era conocida, mas ninguno quiso pronunciarla
por no ahuyentar la placidez regalada
ni el bosque neblinoso del domingo.
Mi boca buscó una y otra vez tus labios
esquivos como luces de otoño.
Pero la plata segura del día
eran las manos acariciándose;
y tus pies que besé
como quien recibe una hostia.
(Cuando mi dedo hurgando en ti mientras dormías
aceleró tu respiración que presentía un nombre,
supe que había un diálogo de flores amarillas.)
Tu visita fue el aire limpio
que entra a una habitación en ruinas.
Cuando te fuiste, la melancolía
se derramó de nuevo en los espacios conquistados.
Y la pregunta, la misma, es:
¿pueden los hombres amar?
Son suficientes tres días
para resucitar a un muerto. Son suficientes
unas horas para derribarlo otra vez.
Aleqs Garrigóz
Hermosa definición del amor y el encuentro. También del desencuentro. Tus imágenes son claras como un diálogo de flores amarillas.
Un gran abrazo.
Muchas gracias. Un abrazo cordial.
Y la pregunta, la misma, es:
¿pueden los hombres amar?
Creo que, cuando lo hacen de verdad, lo hacen con los ojos llenos de poesía.
Saludos afectuosos,
Abrazos afectuosos desde México.