Ecos ajenos
Las sábanas arropan el último pensamiento.
Escuchamos sus quejas al día siguiente entre sudor
y pliegues moliendo el grano del cuerpo
hasta hacerlo pan para el hambre,
tan necesaria como salir de ellas
rezumando la malherida señal
de permanecer vivos.
El pintor mira el lienzo como se mira
una pirámide, en la sonoridad ocre
de las voces primeras
que en su espalda cargaron las piedras
del faraón y su eternidad ¡oh, atum! resuena
en la paleta. Pon tus brazos alrededor
de este gran rey.
Y el color guarda el fiel secreto
con la forma natural, liberada y abundante.
Las piedras de los templos vibran ante los cánticos
reclinadas hacia la percepción gregoriana
de los anacoretas.
Son simiente ancestral de la mística
inmemorial y su silueta atemporal
nos habla de salir a la luz,
de que no estamos solos.
La vasija de barro mira lo circundante
de las manos, sus volteos amasando
como un dios el hijo de su costilla
y la estirpe del artesano se estremece
en la visión penetrante del objeto.
Pues todo es eco de aquello que intuimos,
cuando deja de pertenecernos.
Todo nos habla en medio del silencio.
Pilar Gorricho
Todo nos habla, con la voz del tacto, del silencio, del color de la piedra. El poeta lo escucha y lo transcribe. Como haces tú cuando tomas la pluma.
Un gran abrazo.