El trono Ludovisi. Por Pilar Gorricho

El trono Ludovisi.

Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche. Edgar Allan Poe.

El trono Ludovisi

 

Las paredes y los muebles

se arrepienten de su monólogo y crujen

en lo deshabitado de la frontera.

Madera caoba,

criaturas de lagunas

espectrales y olvidadas,

y la puerta entreabierta como un prodigio.

Helen, desde el asfalto súbito del fuego,

observaba la hiedra

peleando con el musgo

en avarienta contienda colonizadora

de la fachada.

Se aproximó temerosa al dintel.

La curiosidad es una isla sin mares

donde atracan todos los miedos.

Empujó los miles de inviernos

escondidos como reliquias en la puerta

y, una vez dentro, pensó que tal vez

seria casi una profanación

la visión del confinado a permanecer.

Cruel perversión la del temeroso

afanado en sus cavilaciones.

¡Ah!, la tentación de retroceder

abolida de la penitencia del curioso.

Un ruido de peldaños como

lenguas de lluvias caían

de la parte de arriba coronada

por una escalera de caracol.

Las voces de los muertos

son países desvalidos en el enjambre

de nuestra carne,

nos hablan desde el insondable abismo

de los liberados por el fuego.

Las telarañas y la mugre húmeda,

signos inequívocos de la memoria.

Todo advierte del peligro

en medio del peligro.

Debo ir allá –pensaba

circundado la cocina–.

En la amenaza de la sombra

descubrió desde la ventana

el relieve central de Afrodita saliendo del mar

conocida como Venus Anadiómena.

¿Dónde se hallaba?

¿Quizás lo estaba soñando todo?

¿O estaría en Villa Ludovisi?

–Cuán dulce ultraje es la paranoia

del hombre moderno;

a qué ha de temer sino

a verse reflejado en otra sombra–.

Ella vivía en en Londres en el siglo XXI.

Londres y su neblina, Londres

y su cosmopolita visión global del arte.

Confusa en la persistente retórica

del soliloquio, salió al jardín,

no sin el lógico pavor por todo lo acontecido,

pues tocar el mármol

con su gélida profundidad

de intacta nostalgia

conecta de lleno con la certeza.

Un cuervo sobrevoló su cabeza.

Los cuervos son presagio

del hueso a la carne desasido.

Un misterio más dentro del misterio

saqueado por el idioma de la carroña.

La residual muerte de la intuición.

Sus pasos eran torpes y malheridos,

de la curiosidad había pasado a la necesidad

y mientras caminaba hacia la estatua

pensó en esas malas hierbas

obstáculo pernicioso

como una metáfora de

todo lo contemplado

por sus jóvenes ojos hasta ahora.

Cuantas más malas hierbas apartas

más brotan en la costura de los días.

¿Cómo regresar del infierno

si no es abrasado por las llamas?

¡Oh!, qué extraño jardín aquel

con la nacida ilusión del que guarda

en su bolsillo una libélula.

¿Fueran tal vez los jardines de Salustio?

No, no podía ser,

pero parecía la diosa vestida

con diáfano ropaje con la asistencia

de dos Horas que la esperan para cubrirla

con un lienzo de cintura para abajo.

Sin duda estaba hueca en su cara posterior

y Helen descubrió la celeste emanación

del murmullo que borda lo cierto.

En el mármol, un manuscrito oculto en una botella

de vino Barbaresco.

Vino, sangre premonitoria del obsequio.

La extenuación ante lo fantástico

enciende la luz borrada por el sol.

Contempló la botella, y la belleza de la Venus,

aquella rosa del viento

ante lo exhausto del mar.

Y la misma voz como eco bendecido

en la augusta sed de la forma,

más aguda, más firme,

gritó:

«Del mar fui rescatada, Helen,

por la orden de la naturaleza

ministras de Zeus, vigilantes del Olimpo».

Todos podemos ser rescatados:

el rescate es el óxido desalojado del refugiado.

Mas

teme al esfuerzo del pretexto de quien

de los infiernos haga corazones

y

un trono para ti construya.

Serás solo un trofeo

en el jardín de los olvidados.

Una estatua más

que no camina por las aguas.

Una estatua más que no…

¡Esto es un sueño, cuerpo a tierra

y bajen las almas!

El ring, ring, ring

marcando las siete de la mañana.

 

Pilar Gorricho

 

 

 

 

Pilar Gorricho

pilargorricho

Pilar Gorricho del Castillo, nació en Logroño (La Rioja ) España el día diez de marzo de 1961. Poeta clásica en sus composiciones ha editado tres poemarios y participado en diversas antologías clásicas y de verso libre. Los retazos de mi alma es su primer poemario en Girasoles de asfalto combina el verso clásico con la rima blanca o libre. Y el vacío de los plenilunios todo escrito en verso libre. Cuenta con diversos reconocimientos poéticos. Escribe por satisfacción personal y según sus propia frase: “ No escribo poesía para vivir, la escribo para no morir”.

4 comentarios:

  1. Impresionante poema del que no me atrevo a elegir versos porque todos son de hondo calado y de gran belleza. Enhorabuena Pilar.

  2. Me dejas maravillada con esta filigrana, Pilar. Si ya ha dado de sí en la Historia, esta bella y emblemática escultura, tu visión tan lúcida como ensoñadora abarca para deleite de quién tenga la suerte de leerla, esa fantasía capaz de hacernos entender que los verdaderos sueños, no surgen sino de la misma intención de soñar.

    Y tú querida poeta sueñas, en tonos brillantes. Recibe un fortísimo abrazo.

  3. Muchas gracias a ambas amigas por tener la deferencia de leer y comentar mi humilde homenaje a este trono que siempre me ha llamado también a mi la atención. Y este poema forma parte de una antología sobre el Poe Vuestras palabras me estimulan a seguir. Besos.

  4. Elena Marqués

    Un prodigio de metáforas y misterio. Buen homenaje a Poe, al Arte y la Poesía.
    Muchísimos besos.

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