Cuando pueda mirarme en el espejo
y mi rostro tenga huellas
ajenas a tu vida
cuando el tiempo, detenido ya en tu rostro
haga en el mío
una huerta de surcos y de acequias
cuando mi agua
poco a poco se convierta
en recuerdo y abandone la tersura
de mi piel de los cuarenta,
y los cincuenta…
encargaré nuestros retratos a Basil Hallward
para que juntos lentamente envejezcamos,
cada uno en su lienzo y de la mano
del Dios más verdadero
ocupemos el sitio reservado a nuestros huesos
jóvenes entonces y de nuevo
jóvenes y juntos para siempre!
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