Espera que las letras se posen como hojas secas,
que caigan desde el árbol primordial
y cedan a la gravedad el peso de sus dibujos.
Sin prisas marcarán los flancos donde nacen las líneas,
donde esperas que se asienten con orden y cordura,
mientras en apariencia tú las distribuyes.
Si, una vez ancladas al papel, el viento se las lleva,
será porque no era la hora de la siembra,
y vuelan entonces fugaces de la tierra
como una mala cosecha.
Si se quedan, deja que arraiguen sobre el blanco de la nada,
que se mezclen, que tiemblen en el angosto surco que penetra
hacia la hondura nominal que hace al mundo.
Luego plasmarán acciones y dirán lo que ellas decidan,
darán su destino a las palabras, pondrán límites a las cosas,
y el objeto tendrá su hueco entre otros objetos,
y los hombres buscarán un nombre ajeno que les termine de dar vida.
Para ello pusiste tu trabajo, miraste el cielo,
santificaste la memoria de sus formas,
y pediste su diluvio como un chamán, en una oración incierta,
para que las reciban los hombres,
para que las letras lluevan.
Paco Ollero
Y esta mujer … Paco Ollero, bautiza con un nombre ajeno, sus formas, esas, que una brisa no osaría tocar sino para darle un par de alas y hacerlas llegar mágicamente al mismo corazón de la emoción …
Maravilloso. Muchas gracias.
Una hermosa reflexión sobre la actividad creativa, sobre cómo se escapa de nuestra voluntad y las palabras actúan con su propia magia.
Un abrazo.