Silencioso y paralizado.
Sin luz y sin vida.
Sin color, tan sólo en blanco y negro.
Como mi corazón.
Como una fuente seca me dejó tu desamor,
tu sentencia final, tu “ya no te quiero”.
Todo gira alrededor como si yo no importara,
como si no yo contara,
como si yo no sintiera.
Todos ignorando la penumbra de mi alma,
la ceguera de mis sentimientos,
que por quererte sin excusas
ni monedas de cambio agoniza
frente a estatuas silentes nocturnas,
humanas o estáticas,
impasibles y trucadas por tahúres,
un juego de mesa en el que quedo habitando
en el furgón de cola, como si yo no importara,
como si yo no contara,
como si yo no sintiera…
Y en la deriva en la que naufrago,
aún anhelo tu presencia,
la única que me importa,
con la única que cuento,
la que de verdad siento por mucho
que tú hayas cambiado el rumbo,
hayas descubierto un nuevo mundo,
un nuevo cuerpo, un nuevo nombre,
un nuevo suspiro…
y mientras eres tú a quien deseo a mi lado,
permanezco estático y apagado,
junto a estatuas de las de antes,
esperando ser el consuelo de otros olvidados,
algún que otro abandonado que llore amores perdidos
y me vea como un consuelo
al que llorar todas las noches,
porque él, como yo ahora,
permanece inmóvil en este mundo gris,
áspero y sin quimeras,
como si ya nada importara,
como si él ya no contara,
como si él ya no sintiera…
Y juntos, en un único latido,
le regalamos un corte de mangas a la vida.
© Isidro R. Ayestarán, 2007
www.isidrorayestaran.blogspot.com – NOCTURNOS