Un adiós nos negamos en la lluviosa tarde,
yo murmuré ”qué ingrata”, tú dijiste “cobarde”,
y así cuando partiste por las rutas de Dios
volvimos a ser unos dejando de ser dos.
Te marchaste y es cierto: no quise detenerte,
no hay nada más inútil que sujetar la muerte,
y aunque acaso se piense que el amor es eterno…
a nuestros brotes dulces los desmayó el invierno.
La noche me murmura que no estás… que te has ido,
la oscuridad se esmera por recordar tu olvido,
y a veces me parece que retorna el amor…
y es tan sólo una sombra que camufla el dolor.
No creas ni un segundo que en esto te reclamo,
jamás enturbiaría las cosas que más amo,
y si es verdad que ahora si te amo no lo sé
más verdad es que un día como a nadie te amé.
No nos encontraremos, muy cuidadosamente
los dos procuraremos esconder nuestra frente,
seremos dos extraños que conspiran alertas
para que no desmueran las caricias ya muertas.
Y un día como tantos nos llamará ese cielo,
ni tú ni yo sabremos que el otro alzó su vuelo,
y en la tierra dos cruces brillarán al calor
donde jamás nosotros pondremos una flor.
Marcelo Galliano
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