Muéstrame el destello que baja en danza,
la copa en cierzo alumbrando,
el ritmo espectral de tu grisalla
que es pincelada de albatros y tucanes,
el desliz con que caes malabareando
o zigzagueando las formas y dioramas,
ese hato de luz que toca piel y ansias,
que hilaza los dorados pájaros
a las despabiladas nubes
o los ata al crepúsculo de mieles.
Siento que eres la música de un labio
y una ráfaga en topacios prometida,
que orillas a la arena en los rituales húmedos
para verle su baile de colores.
Enséñame tu piel escarlatina
y el brebaje del paisaje
con que dócilmente nos alumbras.
Siento que eres la milonga concedida.
Salvador Pliego
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