Hágase la luz
Algunas noches huelen tanto a muerte
que ni a rezar se acierta. La cabeza
enzarzada al delirio que obsesivo
nos posiciona al otro lado. Pechos
cabalgando indolentes, necesarios,
semejantes al mar cuando despierta
las arenas, rugiendo su exiliado
horizonte. Y se piensa en nuestros muertos
y cómo, tan osados traspasaron
ya el umbral sin nosotros, y pedimos
su rezo. Les llamamos por si acaso
sea ya tiempo abierto a los abismos,
cuando la maravilla del milagro
de la luz nos arroja su pregunta.
¿Qué harás de este presente agasajado?
Tan solo a respirarnos acertamos.
Juramos que será nuestro, que todo
lo sacro de la vida
embriagará el presente enaltecido.
Que sabremos ponernos muy felices
tan solo estando, solo
socavando las pieles rutinarias
para asustar de nuevo
otra día, otra noche a la muerte.
Pilar Gorricho