LA BESTIA. Por Ginés Aniorte

LA BESTIA

No desvelas su imagen si la miras,
y aunque escrutes el fondo de sus ojos
no habrás de percibir un sólo signo
que dibuje algún rasgo de la bestia.

Se oculta entre los días, y en lo oscuro
adivinas la suma de los rostros
que abraza tu memoria.
Su mirada es muy cándida y parece
que salva del peligro
que supone enfrentarse con el mundo,
pero luego descubres que no es cierto,
y que lleva veneno en su saliva:
cuídate de besarla en un descuido.

Es la amiga que un día te traiciona,
e, insolente, nos nombra si dormimos
o si un día creemos ser felices.

No se parece a fiera conocida,
y aúlla como loba por la noche
cuando esperas que el sueño te conceda
el secreto deseo de olvidarla.

Es terca y desalmada, y nunca deja rastro
de vísceras y sangre cuando hiere.
Suele morder el alma desvalida,
y a la vez muerde el tiempo y el destino;
nos asalta en silencio y nadie nota
el filo despiadado de sus dientes.

Sólo sabes que al fin mueres por ella,
y que ha sido la fiera ―nadie duda―,
la alimaña que todos albergamos
dentro del corazón y nos habita
desde el fondo callado de los sueños.

Se alimenta de sombras y nostalgias
el temido animal que al cabo somos.

En un dulce momento que vivamos,
al cogerle la mano a quien nos ama,
notamos su pezuña, el mal aliento
de quien siempre viviera en nuestra carne.

Y, cuando no lo esperas,
se abalanza con saña
sobre el cuello indefenso,
y la vena es entonces un río que regresa
sobre sus propios pasos
arrastrando en su curso noche y lodo,
el caudal de los años, nuestra vida.

Es inútil que intentes adiestrarla.

El pasado es la bestia
que acabará contigo.


Del libro:
LOS AZARES

Un comentario:

  1. este poema estremece….

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