Conscientes o inconscientes, alambramos las ramas de nuestro destino
haciendo un modelo único de nuestras vidas.
Extendemos nuestras raíces hasta chocar con las paredes del tiesto
que nosotros mismos nos formamos, con complejos e inseguridades.
El tiesto que nos protege, al mismo tiempo nos aprisiona.
Anhelamos la libertad que creemos ver en los demás,
sin saber que pocos son los afortunados,
que nacieron y crecieron libres de sus propias manos,
de sus propios miedos y pensamientos.
Silvestres son ellos sin tiestos ni cuidados especiales,
tomando de la vida y la naturaleza lo necesario para su desarrollo.
En la soledad de mi tiesto me pregunto.
¿Estará bien hacer podas a mis sueños y anhelos para no enredarme?
O ¿será mejor dejar que crezcan las frondas hasta tocar el cielo
y así poder romper este tiesto que me aprisiona?
No lo sé, pero mientras, se van acabando mis primaveras.
Bernarda Enriquez
Lindo poema que hace una comparación sencilla pero muy visual con la duda existencial de fondo. Me ha gustado mucho lo que expresa.
Un saludo Bernarda.