Luna que amamantara. Por Salvador Pliego

Pecho de nada hecho de trizas,
hecho de mama, hecho de estambre;
mama que se derrama
en el calostro que liba el niño
cuando un torrente su sed amansa.

Rosa y pezón dando la cara
al niño que amamantara.
Y el rostro: un churumbel
que se entreteje al caudal de leche
mientras succiona su vida y sopla.

Tómate el zumo, niño, color de madre.
Chupa la carne lechosa y clara:
dulce que crece como la noche
cuando la hogaza azul sale y te prende.
Duerme en el lecho níveo de anhelos,
níveo de sueños, níveo de madre,
y deja tu boca de lunas llene.

Sobre el pecho se alumbra el alba
y sobre el alba el pecho aluza:
le llama tarde, le llama sangre,
le llama estero que besa el hambre.

Híncate, niño, sobre el venero:
pezón de rosas fragua tu boca.
Llénate el labio de un nuevo seno:
de nada hecho, de nada urdido;
sólo en tu boca llena el vacío.

Pon en el pecho el color de niño.
Ábrele arrojo que mane cauce.
Saca la luna en un chirrido
para mostrarle el sabor a trino.

Sorbe, chiquillo, el cielo
que no ha nacido.
Sorbe la luna que abrupta baja,
que lleva agua ardiente sobre la mama
y una ilusión de cara al siglo.

De cara al siglo y todo desnudo,
que de repente, carita de hambre,
se abre este mundo manando leche.



Salvador Pliego
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