No me preguntes cómo.
Pero he vuelto a sentir la soledad de abrazar un sueño
que no rezaba por el mío esquivo en desvelo amoroso.
Ay, ausencia, cómo has ponzoñado con cicuta de recuerdo mis labios…
No me preguntes dónde.
Pero he vagado horas finitas en noche sin fin
sin encontrar las pupilas que me trazaran nuevo día.
Ay, deseo, donde a mis ojos es invisible, me escondiste con cizaña el tul del destino…
No me preguntes quién.
Pero evacúo el nombre por no hacerlo el pesar
de tantas noches que no fue convocado en la herida mía.
Ay, Noche Grave, ¿me pides pulso sabiéndome perdedora?
Para verme el latido de vena en el umbral de lo que temo,
me sobran días de dudas que me pesan con rodaje,
me satura el labio disgustado que besó lo nunca amado,
ese cuándo de ojo que, ciego, quiso ver lo que nunca tuvo delante
y esa tristeza de confesarme el último letargo de un sólo vertido.
No me preguntes cuándo.
Porque el tiempo era el mudo que dió respuesta al qué.
Y tengo pies que corren. Y sé muy bien el por qué.
Verónica Victoria Romero Reyes
Non plus ultra.
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