Nunca supimos qué pagina
debía ser arrancada del libro
ni que quinqué debía apagarse
cuando la Noche llamaba
a un cojo alféizar,
para enlutarse.
–
Tampoco supimos del río que se iba
entre riscos de olvidos,
aplausos de durmientes
y corazones de miedo,
ateridos.
–
¿Y qué?
–
¿Alguien supo del amigo,
el triste, el cansado,
descorazonado y perdido?
.
¿Se supo que un amigo
es todo el que, acompasado,
tiene arteria en caos de lo vivido?
–
¿De la música enrocada en el ruido,
el cautiverio del que se llama libre
y el regocijo de una culpa?
–
¿Y qué?
–
Sólo es real la sed.
De alma, justicia y querer.
–
Verónica Victoria Romero Reyes
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