sembrar de estruendo
la suave curva de tus sentidos. Nunca el miedo será consejero. Permite al árbol
un grave cimbreo amenazador
cuando el viento lo haga vasallo. Nunca la fuerza es emisario. Permite a la tierra
un beso apasionado, un soplo desgarrado,
ese aire que destroza para crear. Nunca las piernas obraron milagro. Las tuyas, sí. Las de él, también. De ella, de mí, de nosotros. Cierra esos ojos de luz y penumbra
que no te dejaron ver más que lo obvio. Detrás del párpado que escruta,
tan juez de nada y filósofo de nimiedad,
queda el robo a lo invisible
donde navega, tan efímero,
ese velero, tan tuyo,
tan mío,
tan de todos,
de eternidad. Una huella es humedad en la arena. Una victoria… Un garabato precioso.
De humanidad.
Verónica Victoria Romero Reyes
Atraméntum.
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