Por el azul de un verso volaban los caballos
llenando de silencio la mañana de otoño,
volaban los caballos por un cielo inaudito
donde apenas podía pronunciarse tu nombre.
Las aceras, los bancos, los tejados, los árboles,
los semáforos rojos y los escaparates,
todos se preguntaban el por qué de septiembre,
el por qué de ese viento que alzaba mis zapatos.
Cuánto barro en el alma, cuánto fuego en las manos,
cuánto dolor a oscuras pregonando tu ausencia,
cuánta calle desierta sin saber dónde estabas,
cuánto pájaro herido al borde de los labios.
Por el azul de un verso los caballos volaban,
galopaban despacio sin comprender tu rostro,
sin comprender siquiera que cantando, a lo lejos,
también mi corazón añoraba ser brújula.
© Juan Ballester, 2004