¡A la carga!
Así avanzamos,
cruzando altísimos puentes
de poliespan.
Aniquilando plagas con las manos,
golpeándonos la ropa
contra muros dentados.
Atravesando intrépidos laberintos
encerados sin piedad.
Abriendo y cerrando puertas,
pillándonos los dedos.
Y, cada vez que nos detenemos,
caemos.
El acuario
Los peces lloran angustiados
dentro del agua enjaulada.
Han descubierto que sus plantas
en realidad son de plástico.
La ducha
Abro con sigilo la puerta del lavabo
lo justo para poder espiarla
entre bambalinas.
Después de desvestirse
se introduce en la bañera
y examina el bote de gel íntimo
(le gusta siempre leer los ingredientes,
es tan rara y caprichosa).
Comienza a limpiarse, segura
en su destreza suave
de movimientos contenidos.
El jabón no termina nunca,
en cuanto se disuelve un poco
lo repone con diligencia
en la esponja.
No escatima en sus sobacos,
los refriega con violencia
durante no sé cuánto rato largo.
Luego se emplea a fondo
en la zona de la entrepierna,
cubriéndola totalmente
con una mano de espuma
burbujeante
como un enjambre de abejas.
Pero qué duda cabe
que lo mejor del proceso
es la fase final o de aclarado.
Los chorros hirviendo
la atrapan y la envuelven
en una cortina de vapor,
inflamando la piel de su cara
de un rojo infantil.
Qué delicia
cómo se manosea el pelo,
cómo empuja el agua
con los ojos,
con las comisuras de los labios,
con el pecho,
con la frente,
con los dedos.
Al terminar, salta levemente
para sacudirse el agua del oído
sobre la palma de la mano,
después la otra oreja.
La telaraña
Me dijo ¿sabías
que las telas de araña
sólo son pegajosas en sus círculos
y no en sus radios?
Así que, David, no te andes con rodeos
y ve siempre directo al problema.
Y yo no supe qué coño
responder a eso.
El rosal
El párpado confuso,
despellejado
por una espina férrea.
El ojo desorientado,
empañado y opaco,
qué mal lo pasa.
La sangre que escupe la herida
no se sujeta con las manos,
resbala mansamente
por el envés de las hojas,
cayendo agonizante hasta el suelo
para seguir avanzando,
ya sin fuerza, zigzagueando
por las grietas del jardín.
Ella
Es toda alas, como la flecha
en su vuelo más correcto.
Es misteriosa, como una lengua de esponja
enterrada en una nube
o una voz colgada en la ventana.
Insegura, como un hierro
del número ocho.
Lánguida, como un cactus subiendo
por las escaleras.
Inoportuna, como una avispa.
Obsesiva, como una máquina
de hacer zumo de naranja.
Distante, como Canadá.
Audaz, como el murciélago que cruza
el aire lleno de trampas.
©David Martínez Garrido
Todos los derechos reservados
Son las 12:30 de la noche exactamente. Mi hora mágica para leer poesía. Para leer poesía mágica.
David, a partir de ahora voy a encontrar maravilloso, más si cabe, darme una ducha.
Son un tesoro estos poemas. Ni te imaginas lo que los he disfrutado
Un abrazo.
Muchísimas gracias, Amelia, siempre tan generosa!!
Parece ser que los dos pertenecemos a la tribu de los que leen poesía mientras la ciudad duerme…
Un abrazo muy fuerte.
Poemas sueltos, escritos con soltura, repletos de imágenes acertadas «como la flecha / en su vuelo más correcto».
Me encantan.
Muchas gracias y muchos besos, Elena 😉
Poemas diversos como los momentos a lo largo del día. A cada uno el suyo.
Ya sabes que me gustan y me ha gustado mucho oír tu voz, tu nombre desnudo. Sacar fuera lo de dentro sin disfraces. Muchos besos.
Mil gracias, Carmen, siempre tan poética y tan sublime. Muchos besos.